La empresa, además de núcleo de la actividad económica, es centro de vida. Es un recinto social en el que se desenvuelve, y en nuestros días de manera predominante, la vida humana. Ocupa un lugar destacado en la vida de la sociedad y desempeña un papel de primer orden en la configuración de la existencia de los seres humanos. Es un dato sociológico sumamente significativo que en ella se desarrolla la mayor parte del vivir cotidiano de muchos seres humanos. Si exceptuamos las horas de sueño, la mayoría de la población pasa casi el 90 % de su jornada dentro de alguna empresa.
Pocas cosas tienen un impacto tan acusado en nuestras vidas como la actividad empresarial. Muchas de las vivencias que tejen nuestro diario vivir están relacionadas con la vida de la empresa, con sus problemas y sus sinsabores, con sus alegrías y sus ilusiones, con sus retos y las oportunidades que ofrece. En la empresa se establecen relaciones y contactos, se anudan amistades, se revelan aspectos insospechados del ser humano, se despliegan capacidades y cualidades valiosas. En la empresa conocemos a personas que de otro modo nunca habríamos conocido y que pueden llegar a tener una influencia decisiva en nuestra vida más íntima y personal. Más de uno (y de una) ha encontrado su media naranja en la empresa en la que trabaja o ha trabajado (es, sin ir más lejos, mi caso, y conozco otros muchos semejantes). En la actividad empresarial muchos hemos aprendido a vivir y a convivir. Dentro de una empresa están siempre formándose seres humanos, hombres y mujeres,.... o deformándose, deviniendo así en seres inhumanos.