"Todos debemos auxiliar a nuestro prójimo, porque las buenas acciones raras veces quedan sin recompensa, y aun en el caso de no obtenerla, al menos su práctica no puede causar la muerte, ni perjuicio, ni ignominia".
ARIOSTO (Luís), uno de los más grandes y más excelentes poetas italianos; nació en Regio, donde su padre Nicolas era gobernador en 1474. Manifestó desde niño sus talentos para la poesía. El cardenal Hipólito de Est, que le miraba con particular cariño, quiso tenerle siempre al lado hasta su muerte, y su hermano Alfonso I, Duque de Ferrara le llamó a su corte ansioso de disfrutar continuamente del trato del joven Ariosto, porque la conversación de éste era una verdadera delicia para aquel príncipe. Poseía perfectamente Ariosto la lengua latina, pero quiso más bien escribir sus obras en italiano. El cardenal Bembo quiso disuadirle de este propósito, exponiéndole que adquiriría mayor gloria escribiendo en latín, por ser una lengua más rica y armoniosa. Más bien quiero, respondió el Ariosto, ser el primero entre los escritores italianos, que el segundo entre los latinos.
ARIOSTO (Luís), uno de los más grandes y más excelentes poetas italianos; nació en Regio, donde su padre Nicolas era gobernador en 1474. Manifestó desde niño sus talentos para la poesía. El cardenal Hipólito de Est, que le miraba con particular cariño, quiso tenerle siempre al lado hasta su muerte, y su hermano Alfonso I, Duque de Ferrara le llamó a su corte ansioso de disfrutar continuamente del trato del joven Ariosto, porque la conversación de éste era una verdadera delicia para aquel príncipe. Poseía perfectamente Ariosto la lengua latina, pero quiso más bien escribir sus obras en italiano. El cardenal Bembo quiso disuadirle de este propósito, exponiéndole que adquiriría mayor gloria escribiendo en latín, por ser una lengua más rica y armoniosa. Más bien quiero, respondió el Ariosto, ser el primero entre los escritores italianos, que el segundo entre los latinos.
El poeta había construído una casa con un jardín, en Ferrara, que era el lugar donde comunmente meditaba y componía. Esta casa respiraba la sencillez de un filósofo por lo cuál le preguntaron un día, porque no la hacía más magnífica, ya que había tan noblemente descrito en su Orlando tantos palacios magníficos, y tantos bellos pórticos y fuentes agradables, a lo cuál respondió: que con más facilidad y prontitud se unían las palabras que las piedras. Padecía de tal manera su oído cuando se leían sus versos con poca gracia, que un día oyendo a un alfarero que estropeaba cantando una estancia del Orlando, entró en su tienda y rompió muchos cacharros que estaban en venta. Encolerizóse el artífice y Ariosto le respondió: Aún no me he vengado bastante, pues no he roto más que una docena de tus vasijas que no valen 20 sueldos, y tu me has estropedo una estancia de un precio considerable.