Mauritania Tingitania |
Centrándome sólo en la ciudad de Ceuta, con anterioridad a la llegada de los árabes al Norte de África, concretamente el año 42 de la Era Cristiana, el Imperio Romano creó la provincia española llamada Tingitania, o Hispania Transfretana, que fue adscrita por Roma a la entonces diócesis de Hispania. Es decir, en la época de los romanos, dicha provincia africana ya perteneció a España tanto civil como administrativamente, e integraba entonces los territorios que se hallan situados en el extremo occidental de la costa africana del mar Mediterráneo, que se corresponden con la parte norte del actual Marruecos. Limitaba al Este, con la Mauritania Cesarense (actual Argelia); y al Oeste, con el Océano Atlántico; si bien, el territorio varió a lo largo del Imperio Romano. Y tuvo por ciudades más importantes Tingis (Tánger), Volúbilis (antigua ciudad romana situada a 33 kms. de la ciudad marroquí de Mequinés) y Rusadir (Melilla). Después, continuó siendo española durante el reino visigodo, de cuyo reino cristiano siguió dependiendo dicha provincia española Tingitana, entonces incorporada a la Bética.
San Isidoro de Sevilla, refiere que los límites de Tingitana fueron los siguientes: Por el Mediodía, al Sur de las tribus Caulalas hasta el Océano Hespérico, esto es, frente a Canarias. Por el Occidente, con el Atlántico. Por el Norte, el Estrecho de Cádiz. Y por Oriente, con el llamado antiguamente Mahan, del que se tienen dudas sobre si es el río Martín o el Muluya; pero como San Isidoro lo sitúa en las proximidades de los siete Montes Hermanos de la Almina, o sea, en Ceuta, se cree que dicho río Mahan es el río Martín o Guadlara. Luis Morera incluye igualmente en la Tingitana a Marraquex, Fez, Larache y Rabat; lo que vendría también a concordar con San Isidoro de Sevilla, quien a su vez siguió a historiadores de tanto renombre como Paulo Osorio, Plinio, Pomponio Mela y Ptolomeo. De lo anterior, inequívocamente se concluye que Ceuta fue ya española en el siglo I y que tanto en dicho siglo como también en el II, III y siguientes hasta el siglo VII, en el Norte de África existió ya el Cristianismo. Es decir, tanto en el orden político como en el administrativo y también en el ámbito de lo religioso, Ceuta fue española y cristiana 300 años antes de que fuera árabe y mahometana.
Se dice también hasta la saciedad que Ceuta y Melilla son ciudades “ocupadas” por España, por eso anteriormente ya publiqué un artículo titulado “El síndrome marroquí de la ocupación”. Y no se da cuenta el país vecino que es ahí donde precisamente su pretendido argumento se vuelve contra sí mismo. Porque, ¿qué fue lo que hicieron los árabes cuando en el siglo VII invadieron el Norte de África?. Pues que la ocuparon por la fuerza, habiendo expulsado violentamente a los cristianos que ya se encontraban en el territorio desde hacía 300 años; quisieron también expulsar a los bereberes, que no eran árabes y que constituían la raza aborigen o autóctona del territorio, pero éstos les opusieron una tenaz resistencia y no fueron capaces de echarlos, aunque al final no tuvieron más remedio que someterse por la fuerza de las armas, tras sangrientas luchas; y, como consecuencia de tal sometimiento, luego posteriormente se dio también la islamización de dichos bereberes, que hasta el siglo XX no acabaron de someterse por completo, habiendo protagonizado numerosas revueltas independentistas. Entonces, ¿quiénes son los verdaderos ocupantes, no ya sólo de Ceuta y Melilla, sino de todo el Norte de África?
Y no fue hasta la llegada del emperador Constantino El Grande al poder cuando la Tingitana fue desmembrada, tanto civil como administrativamente, de Andalucía y dividida en seis provincias; es decir, de existir en el Norte de África una sola provincia romana adscrita a España, se pasó a tener seis provincias, aunque ensanchando y ampliando el territorio. Tales nuevas provincias fueron las siguientes: La Proconsular, con capital en Cartago; la Bizacena, capital Bizancio; la Tripolitana, capital Trípoli; la Numidiense, capital Argel; la Mauritania Cesarense, capital en Julia Caesaria (actual Túnez, según algunos historiadores); y la Mauritania Sitifense, capital Sitife. Pero, aun así, el Cristianismo siguió arraigado en el Norte de África en aquella época, que de ello nos dan idea los numerosos concilios que se celebraron en las seis provincias africanas y las numerosas sedes episcopales en que el territorio se dividía.
De los muchos concilios que se celebraron se conocen los siguientes: El de Cartago, que se cree fue el primero, y tuvo lugar bajo el pontificado de San Cipriano, al que asistieron 87 Obispos. En tiempos del Obispo Aurelio se celebró otro, al que asistieron 50 Obispos. El que parece ser que fue el tercero, al que concurrieron 61 Obispos, aunque sólo aparecen en las actas el nombre de 6. Al cuarto, asistieron 47, de los que sólo se conocen los nombres de 3. Al quinto, que acudieron 44 Obispos, apareciendo el nombre de otros 3. Al sexto, que asistieron 73 Obispos, y del que no aparece ningún nombre en las actas. Al séptimo, que concurrieron 217 Obispos. Y el que parece que sería el octavo, sobre el que no se conoce el número de miembros que se reunieron. Se sabe que hubo algunos concilios más, pero de los que las actas resultan no legibles, como los de Telepta y Milevi. También desde el punto de vista episcopal, la sede u o Primado de los Obispos de África se estableció por entonces en Tánger (antiguo Tinges).
En tiempos del emperador romano Severo Pertinazo, a finales del siglo II, florecía en Cartago un sacerdote de gran saber, gran jurisconsulto, orador y escritor, que era Tertuliano. Y en un libro que escribió bastante hostil a los judíos, y refiriéndose a los progresos de la fe cristiana dentro y fuera del Imperio Romano, dice: “La profesan muchas tribus Getulas (pueblos de África); se halla extendida por muchas regiones de las Mauritanias, en todas las de las Españas, en varias de las Galias, hasta en la isla Británica, etc (Capítulo VII). Y el Cristianismo fue conocido en la Tingitana, sobre todo en Tánger y Ceuta, en el siglo I, habiéndole venido del litoral gaditano. Fuera San Esiquio, fuera San Segundo, u otro. Los Obispos apostólicos que evangelizaron la Bética, evangelizaron también la Tingitana, y es de creer que lo hiciera el que estuviera más cerca que, según todas las probabilidades, fue San Esiquio”.
Asimismo, en uno de los famosos concilios celebrados en Cartago en tiempos de San Cipriano, sobre la validez de los sacramentos conferidos a los herejes y cismáticos, entre los 87 Obispos que asistieron figuran Cecilio de Bilta y Pablo de Babba, o Baba. Y se sabe que tales ciudades estaban en la Mauritania. Y en las obras de San Cipriano editadas en París en 1603, hay unas notas escritas en las cuales Bitta es una ciudad de aquella región Mauritania, que hecha la división de las provincias por Constantino El Grande, se llamó Tingitana (de la que se viene haciendo referencia en este artículo, y que Ptolomeo designa con el nombre de Beuta, según también Plinio. Según lo anterior, tenemos dos sedes episcopales en la Tingitana a mediados del siglo III, pero se cree que tal vez no fueran las dos únicas, sino que hubiera más. “El catálogo de las sedes episcopales hecho en tiempos de Humerico, rey de los vándalos, coloca a los Obispos de la Tingitana en la Cesariense (Argelia)”, dice Natal Alejandro en la Historia Eclesiástica, artículo IV, sobre el primado de Cartago. Y este catálogo lo cita el anterior autor, haciendo constar en el mismo que en la Tingitana había varias sedes episcopales en tiempos de los romanos.
De todo lo cual se concluye, que España y el Cristianismo precedieron en muchos cientos de años a los árabes y al islamismo en el Norte de África, tal como se continuará acreditando próximamente, en la segunda parte de este artículo.
Por Antonio Guerra Caballero
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