"Tanto los derechos y libertades como la democracia y las constituciones enfocan la persona humana como elemento central e insustituible de toda sociedad, estado o nación. Cómo traducir el espíritu de las revoluciones árabes en un progreso real de la dignidad, libertades y derechos de las personas es el núcleo central y la apuesta histórica fundamental". Justo Lacunza Balda
Durante el pasado día 21 de junio tuvo lugar la presentación del Curso de Verano "PRIMAVERA ÁRABE: DEMOCRACIA, DERECHOS HUMANOS Y CONSTITUCIONES", organizado por la UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO (UPV / EHU). La presentación, que reproducimos a continuación, fue llevada a cabo por Justo Lacunza Balda, Master en Filosofía y Doctor en Lenguas y Culturas Africanas, arabista, africanista e islamólogo, además de investigador, docente, articulista, políglota, Rector Emérito del Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islámicos de Roma y uno de los mayores expertos a nivel mundial en todo lo relacionado con los países árabes, las identidades musulmanas y el Islam.
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El Curso de Verano 2012 “Primavera árabe: democracia, derechos humanos y constituciones”, programado por la UPV/EHU, se articula en tres intervenciones complementarias.
La primera, “Revoluciones en los países árabes: cambio de ciclo, claves de lectura, desafíos actuales” (Justo Lacunza Balda), es una somera exposición de algunos de los principales aspectos de las revoluciones árabes, los cambios históricos que esas han provocado en las sociedades de los países árabes, en las identidades nacionales, en la concepción de la democracia. Es necesario subrayar la importancia del concepto de ciudadanía en relación a los derechos, libertades y democracia. Las consecuencias de las revoluciones árabes se sitúan a diferentes niveles y con diversos énfasis.
La segunda intervención, “Revoluciones árabes: entre las aspiraciones a los valores universales y las trabas de las realidades locales” (Kheloudja Khalfoun), centra la atención en las dificultades concretas cuando se trata de implementar principios e ideales universales en las condiciones concretas de un determinado lugar. Los ideales de las revoluciones árabes (centralidad de la persona) chocan repetidas veces con las realidades locales, con los engranajes del Estado y con la legislación vigente. De aquí la necesidad de analizar las realidades locales, los problemas y los desafíos.
La tercera intervención, “Países árabes: derechos humanos, libertades civiles, progreso democrático” (Justo Lacunza Balda y Kheloudja Khalfoun), es un debate sobre temas claves en los países árabes. En definitiva, tanto los derechos y libertades como la democracia y las constituciones enfocan la persona humana como elemento central e insustituible de toda sociedad, estado o nación. Cómo traducir el espíritu de las revoluciones árabes en un progreso real de la dignidad, libertades y derechos de las personas es el núcleo central y la apuesta histórica fundamental.
Las revoluciones en curso desde mediados del 2010 en los diferentes países árabes han contribuido de manera fundamental a los cambios históricos en las sociedades arabo-musulmanas. Los vientos revolucionarios (“primavera árabe”), de diverso origen e inspiración, continúan evolucionando dentro de las fronteras geográficas de cada uno de los 17 estados que forman el llamado mundo árabe. La expresión “mundo árabe” es anacrónica, obsoleta y confusa. No sirve de ayuda para entender el papel del Islam y comprender las tendencias islamistas, ni tampoco para identificar las fuerzas latentes y analizar los dinamismos populares a nivel nacional. Las poblaciones se manifiestan en las calles y piden a gritos en las plazas profundas reformas democráticas, amplio espacio institucional para las libertades civiles e garantías incondicionales para el respeto a los derechos humanos. No se oyen referencias explícitas al pasado colonial de los países árabes y este es un cambio de enfoque a subrayar. La atención está vocalizada en “el estado de la nación”, en sus gobernantes, en sus instituciones, en los regímenes de diferente signo que son el punto de mira de las manifestaciones callejeras. Acabar con las dictaduras y dar paso a los procesos democráticos que conduzcan a un nuevo capítulo en la historia del país.
El concepto esencial de ciudadanos y ciudadanas de un Estado de derecho es una de las fuerzas motrices de las revoluciones populares. Ante todo ciudadanos libres, por encima de toda distinción étnica, cultural, religiosa, política o de género. Hombres y mujeres quieren pasar de “ser súbditos” de un régimen a “ser ciudadanos de un Estado”. Todo esto comporta derechos y obligaciones, que tienen como tela de fondo el pluralismo cultural, la diversidad religiosa y la visión política. De aquí surgen los problemas que tienen las minorías religiosas en países como Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Siria.
La redacción de las nuevas constituciones supone un reto institucional de gran envergadura. Toca, sobre todo, analizar el papel del Islam y de la Ley Islámica (shari‘a) en la legislación nacional y verificar si las leyes constitucionales son iguales para todos los ciudadanos. En definitiva, examinar las bases del modelo de Estado que se pretende construir.
El término árabe de revolución es zawrat que literalmente significa el viento huracanado del desierto que agita el ambiente, se desplaza con fuerza, desbarata todo, cambia todo lo que encuentra a su paso. En ese sentido, podemos entender los bruscos e inesperados cambios en países como Túnez, Libia, Egipto, Siria, Yemen. Pero sabemos que después del furor incontrolable del simún ya no se puede hablar de “normalidad”. Negar los cambios significaría negar la realidad. Y es aquí donde es necesario percibir el cambio de ciclo en la historia política y económica, cultural y religiosa de los pueblos árabes y de las sociedades arabo-musulmanas. Las revoluciones siguen teniendo sus consecuencias en todos los países árabes sin excepción alguna.
Es importante tener presente que el vasto espacio geográfico que va de Mauritania y Marruecos a Bahrein y Kuwait está dividido en naciones independientes. Cada una de ellas ha construido su propia identidad con cuatro ingredientes claves: el territorio nacional, la religión musulmana, el ideal del nacionalismo y los recursos naturales. El engranaje histórico de esos cuatro elementos principales ha contribuido a la conciencia nacional de pertenecer a un Estado con características bien definidas y de ser ciudadanos de una nación, y no del “mundo árabe”. Los islamismos políticos, culturales y religiosos nacen, se desarrollan y se propagan a partir de las condiciones históricas y geopolíticas de cada uno de los estados árabes.
Se me permita aplaudir la genial iniciativa de la UPV/EHU al promover este Curso de Verano 2012 para debatir el tema de “las primaveras árabes en los países árabes”. Con este Curso la UPV/EHU ha creado un nuevo espacio de debate y educación, de entendimiento y conocimiento, de diálogo y apertura en relación con los países árabes. Los acontecimientos históricos de los últimos dos años han revolucionado no solo los países árabes, sino que han condicionado de manera irreversible el futuro de las relaciones internacionales, de las libertades civiles y de los derechos humanos. Ni que decir tiene que todo este abanico de perspectivas influye de manera directa en la construcción actual de la Comunidad Europea de gentes y pueblos, de naciones y estados.
Por Justo Lacunza Balda
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El Curso de Verano 2012 “Primavera árabe: democracia, derechos humanos y constituciones”, programado por la UPV/EHU, se articula en tres intervenciones complementarias.
La primera, “Revoluciones en los países árabes: cambio de ciclo, claves de lectura, desafíos actuales” (Justo Lacunza Balda), es una somera exposición de algunos de los principales aspectos de las revoluciones árabes, los cambios históricos que esas han provocado en las sociedades de los países árabes, en las identidades nacionales, en la concepción de la democracia. Es necesario subrayar la importancia del concepto de ciudadanía en relación a los derechos, libertades y democracia. Las consecuencias de las revoluciones árabes se sitúan a diferentes niveles y con diversos énfasis.
La segunda intervención, “Revoluciones árabes: entre las aspiraciones a los valores universales y las trabas de las realidades locales” (Kheloudja Khalfoun), centra la atención en las dificultades concretas cuando se trata de implementar principios e ideales universales en las condiciones concretas de un determinado lugar. Los ideales de las revoluciones árabes (centralidad de la persona) chocan repetidas veces con las realidades locales, con los engranajes del Estado y con la legislación vigente. De aquí la necesidad de analizar las realidades locales, los problemas y los desafíos.
La tercera intervención, “Países árabes: derechos humanos, libertades civiles, progreso democrático” (Justo Lacunza Balda y Kheloudja Khalfoun), es un debate sobre temas claves en los países árabes. En definitiva, tanto los derechos y libertades como la democracia y las constituciones enfocan la persona humana como elemento central e insustituible de toda sociedad, estado o nación. Cómo traducir el espíritu de las revoluciones árabes en un progreso real de la dignidad, libertades y derechos de las personas es el núcleo central y la apuesta histórica fundamental.
Las revoluciones en curso desde mediados del 2010 en los diferentes países árabes han contribuido de manera fundamental a los cambios históricos en las sociedades arabo-musulmanas. Los vientos revolucionarios (“primavera árabe”), de diverso origen e inspiración, continúan evolucionando dentro de las fronteras geográficas de cada uno de los 17 estados que forman el llamado mundo árabe. La expresión “mundo árabe” es anacrónica, obsoleta y confusa. No sirve de ayuda para entender el papel del Islam y comprender las tendencias islamistas, ni tampoco para identificar las fuerzas latentes y analizar los dinamismos populares a nivel nacional. Las poblaciones se manifiestan en las calles y piden a gritos en las plazas profundas reformas democráticas, amplio espacio institucional para las libertades civiles e garantías incondicionales para el respeto a los derechos humanos. No se oyen referencias explícitas al pasado colonial de los países árabes y este es un cambio de enfoque a subrayar. La atención está vocalizada en “el estado de la nación”, en sus gobernantes, en sus instituciones, en los regímenes de diferente signo que son el punto de mira de las manifestaciones callejeras. Acabar con las dictaduras y dar paso a los procesos democráticos que conduzcan a un nuevo capítulo en la historia del país.
El concepto esencial de ciudadanos y ciudadanas de un Estado de derecho es una de las fuerzas motrices de las revoluciones populares. Ante todo ciudadanos libres, por encima de toda distinción étnica, cultural, religiosa, política o de género. Hombres y mujeres quieren pasar de “ser súbditos” de un régimen a “ser ciudadanos de un Estado”. Todo esto comporta derechos y obligaciones, que tienen como tela de fondo el pluralismo cultural, la diversidad religiosa y la visión política. De aquí surgen los problemas que tienen las minorías religiosas en países como Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Siria.
La redacción de las nuevas constituciones supone un reto institucional de gran envergadura. Toca, sobre todo, analizar el papel del Islam y de la Ley Islámica (shari‘a) en la legislación nacional y verificar si las leyes constitucionales son iguales para todos los ciudadanos. En definitiva, examinar las bases del modelo de Estado que se pretende construir.
El término árabe de revolución es zawrat que literalmente significa el viento huracanado del desierto que agita el ambiente, se desplaza con fuerza, desbarata todo, cambia todo lo que encuentra a su paso. En ese sentido, podemos entender los bruscos e inesperados cambios en países como Túnez, Libia, Egipto, Siria, Yemen. Pero sabemos que después del furor incontrolable del simún ya no se puede hablar de “normalidad”. Negar los cambios significaría negar la realidad. Y es aquí donde es necesario percibir el cambio de ciclo en la historia política y económica, cultural y religiosa de los pueblos árabes y de las sociedades arabo-musulmanas. Las revoluciones siguen teniendo sus consecuencias en todos los países árabes sin excepción alguna.
Es importante tener presente que el vasto espacio geográfico que va de Mauritania y Marruecos a Bahrein y Kuwait está dividido en naciones independientes. Cada una de ellas ha construido su propia identidad con cuatro ingredientes claves: el territorio nacional, la religión musulmana, el ideal del nacionalismo y los recursos naturales. El engranaje histórico de esos cuatro elementos principales ha contribuido a la conciencia nacional de pertenecer a un Estado con características bien definidas y de ser ciudadanos de una nación, y no del “mundo árabe”. Los islamismos políticos, culturales y religiosos nacen, se desarrollan y se propagan a partir de las condiciones históricas y geopolíticas de cada uno de los estados árabes.
Se me permita aplaudir la genial iniciativa de la UPV/EHU al promover este Curso de Verano 2012 para debatir el tema de “las primaveras árabes en los países árabes”. Con este Curso la UPV/EHU ha creado un nuevo espacio de debate y educación, de entendimiento y conocimiento, de diálogo y apertura en relación con los países árabes. Los acontecimientos históricos de los últimos dos años han revolucionado no solo los países árabes, sino que han condicionado de manera irreversible el futuro de las relaciones internacionales, de las libertades civiles y de los derechos humanos. Ni que decir tiene que todo este abanico de perspectivas influye de manera directa en la construcción actual de la Comunidad Europea de gentes y pueblos, de naciones y estados.
Por Justo Lacunza Balda
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