Hay algunos temas, frágiles como cristal de Bohemia, en los que hay que adentrarse sin prisa, para no quebrarlos, intentando apresar los rayos de luz que, a menudo, se muestran reticentes a alumbrar tan difícil tránsito. Seguro que muchos de ustedes habrán tenido dificultad en abordar un asunto cuya delicadeza les hace recelar de su capacidad de buen sentido y acierto, y por ello, comprenderán lo que les digo.
Yo percibo esta sensación siempre que intento inmiscuirme en el misterioso mundo de los niños. Vaya por delante que no hablo de la juventud, esa segunda edad -la vejez es la cuarta, no la tercera- que tiene ya características distintas y que no debe, en ningún caso confundirse con la infancia. Decía, que me acerco de puntillas a la niñez, quizá porque estoy ya muy lejana a ella, o porque forma parte indeleble de mis recuerdos más felices, o porque nunca me perdonaría haber truncado una ilusión; haber provocado un temor; haber robado la bendita inocencia de uno solo de estos niños.
En estos días se han presentado unas propuestas del Anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Enseñanza y aunque me parece que será ya la decimo cuarta Ley de Educación de la Democracia creo que, por primera vez, se incluye un correo electrónico para que todos cuantos tengamos algo que aportar, corregir o eliminar de esa propuesta, lo pongamos negro sobre blanco y lo enviemos a los responsables, en la seguridad de que, al menos, seremos leídos y, con un poco de suerte, escuchados.
Yo agradezco la iniciativa y ya he comenzado a leer el contenido con atención y cuidado exquisito, aunque me sorprende que los tramos de 0 a 3 y de 3 a 6 años no parecen incluirse en este Anteproyecto, y me gustaría que lo hicieran. Por otro lado no tengo la absoluta convicción de estar capacitada para depositar mi granito de arena sobre la colina de voces autorizadas que se han encargado de engendrar y pulir las múltiples ideas, pero al final de esta lucha conmigo misma, llego a la conclusión de que puede ser útil aunar a la razón la voz del sentimiento, del sentido común y la de las propias vivencias, que casi siempre halla más preguntas que respuestas a cualquier cuestión.
Ante mis ojos están los principios que deben alentar este proyecto y su declaración de intenciones, impecables ambos en su empeño por definir espacios, propósitos y contenidos idóneos para que nuestro sistema educativo goce de las mil y una ventajas de una adecuada organización administrativa, y de un plan de estudios en el que –aunque no se dice explícitamente- primen el esfuerzo, el mérito y otros valores incontestables pero demasiado olvidados hace tiempo. Los logros a conseguir son, entre otros muchos y no por este orden; el aprendizaje y asimilación de lenguas extranjeras desde edades tempranas; la disponibilidad de los mil y un avances de las nuevas tecnologías la perfecta integración de cualquier niño que, desde uno u otro lugar, lleguen a nuestro territorio; la formación global y, a un tiempo, específica para todos según sus capacidades y talentos, y la potenciación e inclusión en las distintas etapas de formación de las TIC (Técnologías de la información y la comunicación) no sólo en horario escolar, sino también a la hora de hacer sus deberes o realizar proyectos de distinta tipología. Imagino que estará previsto, puesto que no se alude a ello y sería indispensable, que se procurase dotar al menor de la debida protección ante el bombardeo de informaciones que a través de dichas técnicas llega al alumno con el viso de cultura informativa o publicitaria, cuando no peligrosa, invadiendo la intimidad de sus mundo, sin ningún tipo de control.
Podría continuar enumerando toda una serie de aspectos positivos que encierra el do-cumento, pero quiero hacer un alto en el camino, porque no solo me parece bien, sino espléndido que los responsables de las administraciones se reúnan y nos convoquen para abordar el problema en común, y luego se apresten a favorecer y llevar a la práctica tan amables colaboraciones, pero... al acabar de leer las propuestas al Anteproyecto y, quizá porque apenas se refieren a los pequeños, me pregunto si es que todo lo relativo a los primeros años está ya tan bien planteado en leyes anteriores que no merece la pena revisarlo esta vez. Advierto, asimismo entre sus líneas, el rigor y la seriedad de plan-teamiento por conseguir que la educación sea el mejor cauce de mejorar en un futuro próximo nuestra hoy maltrecha economía, pero me preocupa que ése sea considerado el fin no ya sólo primordial, sino único de las modificaciones. Si bien es verdad que todos estos escritos aconsejan evitar la dispersión y obviar lo obvio, podríamos permitirnos por esta vez una licencia y hablar explícitamente de la escala de valores universales, puesto que la ausencia de los mismos ha propiciado en gran medida nuestro derrumbe y sería bueno que los volviéramos a recuperar.
Aquí, además, como todo está estudiado meditado y en vías de resolución... por los adul-tos, en ninguna de sus líneas se advierte el espacio que ha de ocupar todo ese mundo má-gico, irreal e insustituible de la infancia, y me atemoriza pensar que esa chispa de fantasía no encuentre acomodo, se agoste y se pierda, y que nuestros niños olviden, antes de tiempo, la espontaneidad, las sonrisas y los sueños, y sean devorados por las fauces de la dura realidad. Bien está que cuidemos de poner a su alcance cuantos medios nos sean posibles, y aún mejor que intentemos inculcarles los valores positivos que han de regir sus vidas, pero no liberemos nuestra responsabilidad en ellos, no carguemos sobre sus hombros frági-les la toma de decisiones prematuras, no adelantemos en exceso su inserción en un mundo para el que aún no están ni deben estar preparados, no les robemos esta dulce etapa de su vida, la más hermosa, la que nunca volverá, la que necesitarán para refugiarse cuando, al pasar los días de vino y rosas, les duela el alma y no cuenten con ese caudal de dulces re-cuerdos vividos, que protege de los rigores del destino y aporta la fortaleza necesaria para volver del dolor reconfortados y dispuestos a enfrentarnos con nuestra propia suerte en condiciones de triunfar.
Así que ya lo ven, lo que les pido es que, además, reinventen para ellos el espacio familiar imprescindible para poder soñar, para que, también los mayores, podamos sentarnos cualquier tarde a su lado y, viéndolos jugar sencillamente, contemplemos la luz de la ilusión chorreando feliz de sus pupilas, les sintamos reír a carcajadas sin saber bien por qué -¡ni falta que hace!-, les oigamos contar sus propios cuentos, inventar y compartir sus propios juegos y diseñar al albur sus sueños y los ajenos, porque así, en cada uno de ellos, se irá moldeando la pátina de magia imprescindible para contrarrestar la triste realidad de los avatares de la vida.
Si todo esto estuviera previsto entre líneas, les pido disculpas por no haber sido capaz de entresacarlo, y me congratulo de mi incapacidad y de su pericia. ¡Benditos sean todos aquellos que dedican su tiempo a procurar a un niño la paz, el bienestar, y la sonrisa; benditos cuantos les eduquen con amor y desvelos y sean capaces de preservar, en ese tiempo amable de la infancia, sus almas de cristal sin la menor fisura!
Por Elena Méndez-Leite
Ver: Propuestas para el Anteproyecto de Ley orgánica para la mejora de la calidad educativa. MECD. www.educacion.gob.es calidadeducacion@mecd.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario