En un amable viernes abrileño, en su casa de Almería y con apenas medio siglo de vida, Miguel ha dejado para siempre de traducir. Todos cuantos amamos la literatura anglosajona, todos cuantos valoramos la importancia del traductor insustituible nos sentimos un poco más solos, y un poco más desamparados, mientras recorremos con los ojos enamorados esos libros que amamos y penamos tanto, y que gracias a él pudimos en su momento descubrir y saborear.
Se ha ido en silencio, como vivió. “El traductor debe ser invisible” decía. Se quejaba de que su oficio le ocupaba las horas y los días de tal manera que, a menudo, estaba más integrado en el tiempo y el entorno en el que se desarrollaban las historias que traducía, que en este siglo XXI por el que transitaba sin apenas ocasión ni interés de penetrar.
Contaba, siempre que tenía ocasión, que a pesar de haber recibido el Premio Nacional de Traducción en 2008 por la Vida de Samuel Johnson de Boswell, la obra que le había ocasionado dolores de parto era Absalón, Absalón, hasta el extremo de llorar de rabia porque en ocasiones no encontraba la manera de verter al castellano la fuerza vibrante del texto inglés y el complejo universo del autor. Así puede entenderse que esta tercera traducción española de la novela maestra de Faulkner sobre la ambición trágica de Thomas Stupten, desde el periodo previo hasta el posterior a la Guerra de Secesión, sea sin lugar a dudas no sólo la más cuidada en cuanto al lenguaje, sino la definitiva y más fiel a la atormentada historia que en ella se describe.
Se ha ido en silencio, como vivió. “El traductor debe ser invisible” decía. Se quejaba de que su oficio le ocupaba las horas y los días de tal manera que, a menudo, estaba más integrado en el tiempo y el entorno en el que se desarrollaban las historias que traducía, que en este siglo XXI por el que transitaba sin apenas ocasión ni interés de penetrar.
Contaba, siempre que tenía ocasión, que a pesar de haber recibido el Premio Nacional de Traducción en 2008 por la Vida de Samuel Johnson de Boswell, la obra que le había ocasionado dolores de parto era Absalón, Absalón, hasta el extremo de llorar de rabia porque en ocasiones no encontraba la manera de verter al castellano la fuerza vibrante del texto inglés y el complejo universo del autor. Así puede entenderse que esta tercera traducción española de la novela maestra de Faulkner sobre la ambición trágica de Thomas Stupten, desde el periodo previo hasta el posterior a la Guerra de Secesión, sea sin lugar a dudas no sólo la más cuidada en cuanto al lenguaje, sino la definitiva y más fiel a la atormentada historia que en ella se describe.