Hablar de Renacimiento es hablar de renovación, de una intensa búsqueda hacia el naturalismo en cuyo centro se situó el hombre como indiscutible protagonista y como medida de todas las cosas. Apoyado en el incipiente humanismo, el hombre del Renacimiento comenzará a demandar una creciente valoración de la racionalidad, lo que le llevará a cambiar sus relaciones con la naturaleza, con Dios y con sus semejantes.
Todo esto propiciará, entre otras cosas, la afirmación de la monarquía autoritaria y el estado moderno, el crecimiento y evolución de la economía; que definirá ya a finales del siglo XV el inicio del capitalismo; el nacimiento del protestantismo religioso, y especialmente el desarrollo cultural que tomará como modelos la claridad, proporción, equilibrio y naturalismo del arte de la Grecia y Roma clásicas.