Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad. Gregorio Marañón
Siempre he pensado que hay cosas que deberían ser preservadas del paso del tiempo y normalmente el consenso en este sentido suele ser amplio, especialmente en lo que se refiere a las grandes creaciones del hombre, como sin duda los son toda esa infinidad de grandes obras relacionadas con el arte, la música, la literatura o la arquitectura.
Siempre he pensado que hay cosas que deberían ser preservadas del paso del tiempo y normalmente el consenso en este sentido suele ser amplio, especialmente en lo que se refiere a las grandes creaciones del hombre, como sin duda los son toda esa infinidad de grandes obras relacionadas con el arte, la música, la literatura o la arquitectura.
Sin embargo, con frecuencia nos olvidamos que las mayores realizaciones de nuestra especie son aquellas más directamente relacionadas con la parte emocional de la vida; con aquello que nos caracteriza y nos hace distintos a las demás especies del reino animal y que, precisamente, por su intangibilidad suelen pasar desapercibidas o son difíciles de conservar. Realizaciones que corresponden al ámbito de lo cercano o de lo cotidiano; de aquello que realizamos sencillamente porque es nuestro deber, o porque el destino así lo ha querido, pero que no por ello resultan menos admirables que aquellas que realizamos por vocación o placer. Miles, millones de obras de arte esculpidas a golpe de corazón, valentía, tesón, abnegación o generosidad, que a diario y desde los primeros tiempos lleva a cabo el ser humano desde el anonimato y a través del día a día. Pequeñas grandes realizaciones, que por su bondad, verdad o belleza deberían ser proclamadas a los cuatro vientos... o quizás, efectivamente, mantenidas en el anonimato de la intimidad, pero igualmente dignas -o quizás aún más- de ser preservadas como legado inseparable, inalienable e imperecedero de nuestra humanidad y de todos esos héroes desconocidos que día a día plantan cara a la vida, desde actitudes verdaderamente ejemplarizantes.