La dama de hierro alemana, Frau Angela Merkel, llegó a Madrid en un día soleado y veraniego. Así hacía pensar la toma televisiva en las escaleras del Palacio de la Moncloa y el tentativo de hacer sombra a sus ojos con la mano. Como si fuera un “a tus órdenes, Mariano, aquí estoy”. Pero de eso nada, ya que la canciller Merkel expresó gran satisfacción y afirmó que “no había venido a decir a España qué reformas tenía que hacer”. Bueno, Achtung, ya lo ha dicho por activa y por pasiva, seria y sonriente, enfadada y relajada, sentada y de pie. La letra de la partitura en su lieder económico ya se lo han aprendido los líderes políticos en Atenas y Roma, París y Bruselas. Por la cuenta que les trae en términos de rentabilidad política y económica en sus respectivos países.
Nadie quiere que las aspas de los molinos de viento se paren y en el arranque giren en dirección opuesta. Los roces y malhumores están perfectamente maquillados detrás de las sonrisas de rigor y de la aparente informalidad oficial. Para algo sirve el aguarrás herbal del protocolo y el agasajo verbal de la diplomacia. Una breve visita, sin pernoctar en la capital, respaldada por la presencia de una nutrida orquesta de financieros y empresarios dispuestos a hacer negocios y establecer acuerdos. Una especie de Wall Street, construida cuidadosamente a medida, para apoyar, defender y proteger los buenos propósitos de la canciller alemana. Todo para que la soga al cuello no nos la aprieten demasiado, como lo han hecho hasta ahora, siguiendo el compás y la batuta de Frau Merkel, y así podamos respirar mejor y más holgadamente, ahora que el verano pliega sus velas y llegan los primeros días del otoño. Es hora de labrar el terreno, preparar la siembra y esperar a recoger buena cosecha. Pero esos tiempos son muy largos, requieren gran dosis de paciencia y exigen la capacidad de no rendirse ante los primeros vientos fríos, evitando que las heladas invernales empeoren el terreno intricado y resbaladizo de las relaciones internacionales en la EU. Aunque los mandamases digan que hay que impulsar y salvar el euro, que todos rememos en la misma dirección y que vamos a resolver los problemas económicos, el mensaje que percibe la ciudadanía no es exactamente el que pretenden transmitirnos los líderes políticos. ¿Europa a dos velocidades? No hace falta ninguna declaración oficial, las dos velocidades es una realidad y con toda probabilidad se introducirán otras marchas en los próximos años. Quizás “la madre de todos los problemas” sea el hecho de que la economía y los mercados se han apoderado del sillón de mando en los países de la UE, no dejando coger el volante a la política insobornable, a la ética iluminada y a la democracia ponderada.
Llevamos meses de sofoque económico, de recortes puntiagudos y de embestidas europeas que al final del día, ni solucionan los problemas, ni nos dejan despegar. Todo ello influye en el humor de los ciudadanos que se vuelven más egoístas, más criticones y menos solidarios, aunque parezca lo contrario. Uno oye decir: “¿Por qué tenemos que ayudar a los emigrantes si los indígenas de aquí no tienen trabajo? ¿Porqué nos preocupamos de los pobres en la otra cara del mundo cuando los tenemos entre nosotros?”. Son síntomas preocupantes de una sociedad que se siente malherida, golpeada, resentida. Esto no es ideología barata y pasajera, sino una cruda realidad que tiene caras y rostros en los cuatro puntos cardinales de nuestro país. Las turbulencias políticas, la inflación ética y los ríos revueltos de la economía no ayudan en modo alguno a la construcción de la convivencia cívica, de la democracia efectiva y de la libertad responsable.
Las fuerzas decaídas y los recursos menguados de una nación no pueden flaquear y disminuir todavía más por la tensión social, la irritación juvenil y la incertidumbre cotidiana. Ha llegado la hora de desmelenar la política y convertirla en espacio ético para la respuesta eficaz a los problemas de la sociedad. Si de las instituciones del Estado y del debate político no nacen soluciones viables y concretas, la política se ha desvirtuado, languidece, se ha deteriorado y va de capa caída. A los ciudadanos nos cuesta descifrar el discurso político porque vemos el universo social empedrado de grandes palabras, elocuentes declaraciones y magníficos propósitos. Por no hablar de improperios, rabietas y acusaciones. Pero a la hora de la verdad, la senda estrecha se está transformando en un profundo y amenazante desfiladero. No obstante, sigo esperando y creyendo en la capacidad de los líderes políticos para afrontar serenamente los retos y resolver con acierto los desafíos. Tengo que decir que la sensación generalizada de los ciudadanos es que la política (gestión de la “polis” en su acepción original griega) se ha trasformado en un aparente y duro forcejeo entre tendencias opuestas, cuando en realidad todos están comiendo la miel del mismo tarro y gozando de los mismos privilegios.
El acoso de la crisis y su penosa salida del acoso no son solamente una cuestión de rebajar el déficit, pagar las deudas y crear empleo, sino de moldear, elaborar y forjar, sin mas tardar, un clima político saneado que haga posible el alcance real de esas metas. Hay demasiados partidismos, muchos tapujos ocultos y un sinfín de trapos sucios en la política actual. El ciudadano de a pié no entiende muy bien cómo funciona la justicia cuando los políticos son protagonistas. Uno espera que llegue el día en que la clase política tenga que dar cuentas ante la justicia de la mala gestión (robo, malversación, corrupción, chantajes, prebendas, tramas, enredos, falsificación de cuentas, apaños, estafa, etc.) en el gobierno del país. Veremos hasta dónde llega la Ley de Transparencia y si hay cotos cerrados con los carteles como “seguridad”, “reservado”, “secreto”, “confidencial”. ¿Sabremos algún día los miles de propiedades e inmuebles que posee el Estado, a qué están destinados y qué beneficios proporcionan? Si lo publicaran en edición livre de poche, se convertiría en un bestseller, Hacienda haría un buen negocio y sería una buena resolución para la educación del Estado. No creo que todo sea trigo limpia y agua cristalina en la gestión y administración del patrimonio estatal, que en definitiva es el patrimonio de la nación y por lo tanto de los ciudadanos y ciudadanas de este país. Porque, si la democracia y la justicia no iluminan al Estado, pondremos hilo de espino para que sean solamente los privilegiados los que se enteren de los bienes de la nación. ¿Se gestiona y administra con transparencia, justicia y ética el patrimonio de los ciudadanos? Como nos dicen que se “toca el fondo de barril” y “no hay pasta” etc., pues las instituciones del Estado tendrán que hacer un esfuerzo suplementario para hacer fructificar, controlar y mejorar la administración del patrimonio nacional. ¿Es esto pedir peras al olmo? Pues sinceramente no lo creo que lo sea si hablamos de un Estado de derecho y se nos cae la baba de orgullo nacional cuando pronunciamos esas palabras. Las reformas, de las que tanto se habla, también tienen que ver con el uso de las palabras y la explicación del contenido de las expresiones que se han convertido casi es eslóganes. Lo malo está en que si preguntas no siempre obtienes respuesta y lo peor es cuando buscas una explicación y te contestan que “todo está claro”. Sí, como una noche sin luz ni luna.
Personalmente, lo de “la inmunidad parlamentaria” me huele a chamusquina y suena a mis oídos como un pisoteo insolente a la ética, a la democracia y a la justicia. Y más cuando nos referimos a las naciones que se precian, jactan y enorgullecen del desarrollo, de la libertad, de la justicia y del Estado de derecho. ¿Me habré equivocado? Expreso libremente una opinión personal y no creo ser el único en hacerlo. Sigo preguntándome: ¿Por qué los garantes institucionales de la justicia tienen miedo a sentarse en un tribunal de justicia, si están limpios de paja y polvo? Entonces, comencemos por las reformas serias en las instituciones (¿No hablan de reformas estructurales?) y a exigir ética, seriedad y responsabilidad a los que debaten el camino a seguir, votan las leyes y nos gobiernan. Porque el primer peldaño de un estado democrático es que ante la justicia todos los ciudadanos y ciudadanas, sin excepción alguna, sean iguales ante la ley. Sin la brújula de la ética en el ejercicio de la política más que soluciones seguiremos viendo el laberinto de enjuagues y trampas, asistiendo al enredo de amaños y trapisondas, presenciando la confección de remiendos, parches y camuflajes.
Los hábiles bolseros y astutos corsarios del norte ya han hecho las gangas a costa del azote malsano y feroz de la crisis, que ha dejado las espaldas dobladas, maltrechas y doloridas a Grecia, Italia, Portugal y España. La Corte Suprema de Alemania condenó al Deustche Bank en 2011, obligándole a indemnizar a los clientes por el engaño y la estafa de los derivados. Por lo tanto no todo es agua de rosas y lavanda de primavera en el país del wurst y de las kartoffel. En la era telemática los millones viajan y se mueven a la velocidad de la luz. De un lado para otro. Muchos acaban en guaridas montañosas, otros en cuevas marítimas y demasiados en paraísos tropicales. Como siempre, arrimándose al sol que más calienta. Solamente de España han salido, con viaje low cost, mas de 226.000 millones de euros en lo que llevamos de año. A los entendidos y expertos no les entra el tartamudeo cuando nos dicen, que diariamente 1.200 millones de euros “se fugan” de nuestro país, en “busca de trabajo” allende el Pirineo. Así pueden aliviar “los problemas del paro” y ayudar el flujo del cash en otros países europeos, como en la hermética Schweiz y en la trabajadora Deutschland. Para unos el engranaje grasiento y la polea vertical de la crisis los ha dejado vilmente colgados del madero. Sin embargo, para otros las luces variopintas de la crisis les trajeron el alba de un brillante y perenne amanecer. Brillo y lustre para unos, estropajo de alambre en la mano para otros.
Ya sabemos de memoria que somos la Kriseland Spanien para la UE y que tenemos großen Finanzierungsprobleme. Pero eso no nos quita la dignidad como ciudadanos y ciudadanas, ni tampoco nos doblega en nuestra innata capacidad de superación. Lo que es cierto es que ya nos vamos hartando de las consignas europeas que llegan como dardos envenenados, sobre todo a los países del sur de Europa: España, Portugal, Italia y Grecia. No somos “un país jungla” en el que solo reina la juerga, impera el desmadre y rige el desbarajuste. Tampoco somos naciones (las del sur) a las que se puede tratar con reprimendas financieras, broncas políticas y zurras económicas. Si el BCE, o el EZB como le llama Frau Merkel, es una noble y solvente institución europea, venga sin demora a solucionar los problemas económicos y las dificultades financieras de los estados miembros de la UE. De una vez para todas, ya que los juegos malignos del sudoku bancario han acabado por volvernos tarumba. Sin rezos ni jaculatorias, sin promesas edulcoradas, ni esclavitudes humanitarias.
Es evidente que la ética elemental y la gestión transparente piden seriedad, condiciones y plazos. Esto lo entiende el último de la clase. Para todo hay condiciones. Hasta cuando te toca el gordo: si no presentas el billete no cobras y si presentas una fotocopia tampoco cobras. Lo mismo ocurre cuando vas a un comedor de la Caritas: que por lo menos te pongas en la fila. Por lo tanto, los políticos sabios y sesudos que andan zarandeando al rescate y pataleándolo para que no se admitan condiciones, deberían otear el horizonte y percatarse de que las condiciones son parte esencial de todo quehacer humano. Es algo así como el que dice: quiero viajar, pero no quiero moverme; quiero ver la tele, pero no quiero encenderla; quiero respirar, pero seguiré tapándome la boca y las narices.
Sin embargo, no queremos que nos abran die koffer y llegue la riada dorada de millones de euros a nuestras costas, laderas y colinas. Entendemos que el BCE no es el marktplatz de las vacas locas, ni el suk del regateo económico. Tampoco deseamos que el rescate del BCE se convierta en una limosna denigrante, ni en una ayuda maldita. El Presidente Mariano Rajoy en su entrevista en TVE (lunes 10 de septiembre) dijo: “el BCE ha abierto la ventanilla”. Por lo tanto, la petición de rescate no nos tiene por qué llenar de vergüenza, término que no parece estar muy de moda, ya que en política hay muchas burbujas y difícilmente se admiten clara y llanamente los fallos, los errores y las meteduras de pata. Habrá que esperar para ver el número que nos toca y dirigirnos a “la ventanilla” correspondiente. Pero la petición del rescate podría tener ineludibles costes políticos y ser interpretada como un rotundo fracaso del Gobierno, con el peligro de que la bancada de los opositores se alzase como un furibundo tifón democrático.
Comprendemos que los requisitos exigidos no tienen que transformarse en una trampa letal y mortífera, que lejos de ofrecer una solución válida y una vía eficaz para la economía, fuertemente resentida, el paro rampante y el empleo juvenil, se conviertan de noche a la mañana en una rabiosa y furibunda mordedura, que nos desgarre ulteriormente y dé al traste con todas las expectativas de recuperación.
Siempre me ha extrañado que nunca hemos oído hablar de la apatía institucional en la UE, cuya obligación ética (¿o no hay ética en política?) era analizar sumariamente lo que estaba ocurriendo en los mercados y examinar sin retraso las andaduras de la economías nacionales en los últimos años. Esto hubiera ayudado a tomar las medidas necesarias para que “los recortes” no sigan abrumando, arrinconando y ahogando a millones de personas en la UE. La dignidad de los estados europeos, plasmada en la vida de cada ciudadano y ciudadana, no puede permitir ser tratados a patadas y a empujones. Como si fuéramos borregos o solamente números de los censos nacionales. No nos hemos de extrañar que haya mucha voces antieuropeas Esta no es una crítica negativa de las instituciones europeas, ni una acusación contra la UE. Creo hacerme eco de la frustración diaria, incrustada en la vida de miles de ciudadanos europeos de todos los niveles sociales, para quienes el espectro de la pobreza, del desencanto y de la desgana ha entrado ya por el umbral de sus domicilios familiares. Parece que nos da vergüenza hablar de los millones de europeos que viven por debajo del umbral de la pobreza. ¿O es que no son ciudadanos de esa Europa Unida que, nos dicen, hay que preservar, construir y cimentar? El fogonazo incandescente de la crisis económica nos ha ofuscado la mente y trastornado el alma. Queremos darle lustre y sacar brillo a los viejos zapatos, pero quizás convendría mirar a las suelas y ver si están en buen estado. No vaya a ser que resbalemos, nos demos de bruces y nos hagamos daño porque las suelas estaban desgastadas, agujereadas y perforadas. Cuando es solamente la economía a regir los destinos de los pueblos, difícilmente progresarán los derechos, funcionará la ética, habrá espacio para la democracia. Será difícil, complicada y trabajosa la consolidación de la buena política como instrumento que refuerce en todo momento la dignidad de cada persona, por encima de toda diferencia. Y la diversidad, en su imponente abanico de colores y expresiones, es uno de los ingredientes fundamentales y de las características esenciales de la humanidad.
Desde hace mucho tiempo me hago tres preguntas: ¿Qué recortes ha hecho el Parlamento Europeo en Bruselas y Estrasburgo en materia de gestión, viajes y administración? (1). ¿Qué recortes ha habido en los sueldos, dietas, jubilaciones, desplazamientos y privilegios de los miembros del Parlamento Europeo? (2). ¿Qué recortes se han llevado a efecto en las instituciones europeas como el BCE, el Consejo de Europa, la Comisión Europea, etc. (3). Algo parecido deberíamos preguntarnos sobre España para ver hasta qué punto los recortes han afectado a las instituciones: sueldos, dietas, coches oficiales, subvenciones, viajes, jubilaciones, vacaciones, ordenadores, móviles, tabletas, viviendas, despachos, ayudantes, privilegios de la más variada índole. Es en esta partida donde el ciudadano de a pie quiere ver implementada seriamente “la fórmula de los recortes”. No lo tomen en serio, pero, entre nosotros: ¿Fichan los diputados en el Congreso y los senadores en el Senado? ¿O es “entrada libre” y “salida libre”, un poco como la “barra libre”?. Causa una mala impresión y desagrada todavía más ver los escaños vacíos, y no sólo, mientras un diputado o diputada habla ante la Cámara. Me he preguntado muchas veces sobre la responsabilidad de los que ocupan el hemiciclo. Conocemos la respuesta tangencial: “se trabaja en comisión”, “el trabajo real se hace en….”, etc. etc. Todo eso está muy bien, pero entonces habría que hacer “reformas estructurales” que afecten también a la institución del Congreso en su forma y manera de gestionarlo más eficazmente.
Ah!, y se me olvidaba hacer otras tres preguntas en materia de recortes: ¿Necesitamos realmente el Senado? (1). ¿Necesitamos un número tan elevado de diputados en el Congreso cuando tenemos 17 Parlamentos autonómicos? (2). ¿Necesitamos todo el tinglado institucional de ministerios y tribunales, consejos y grupos, comisiones y subcomisiones, diputaciones y ayuntamientos para gestionar, administrar y gobernar la nación, y sobre todo para solucionar adecuadamente y resolver dignamente los ingentes problemas del país? (3). Las preguntas no tienen por qué ofendernos o amedrentarnos, si de verdad creemos en la inteligencia, la libertad y la dignidad del ser humano. He puesto esas preguntas sobre el tapete ya que nos hablan de “reformas estructurales”, que supongo también incluyen las instituciones fundamentales del Estado. Si los que utilizan esa terminología tienen en la mente sólo la economía y la banca, entonces lo más oportuno y apropiado sería hablar de “reformas económicas”. Como siempre, la dignidad del ciudadano exige que los gobernantes le expliquen el contenido de las palabras, sin que constantemente tenga que tocar el picaporte de las instituciones. Exponer las leyes con claridad y explicar las decisiones sin rodeos es un ejercicio, no solamente idóneo y saludable para la democracia, sino también esencial y necesario para la libertad y convivencia de los ciudadanos.
La finalidad de la breve visita de Frau Merkel era entrevistarse con el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Hasta aquí todo liso, llano y fiel al guión establecido. Alles Ordnung. Fotos, declaraciones ad hoc, sonrisas de luna llena y un sobrio Mittag essen que preveía el Protokoll hispano alemán. Toda la preocupación se centraba en el ruidoso universo de la Bolsa, con sus altibajos monetarios a los que nos tiene tan acostumbrados. Siglas, números, códigos, nombres, tabletas, teléfonos. Todos que miran a lo alto como si estuvieran esperando noticias del Curiosity, el robot marciano, que se está poniendo las botas de sacar fotos, o esperaran con ansiedad el maná celestial del eurorescate. Esa palabra mágica, rescate, ha entrado de gran protagonista en el vocabulario del S. XXI sin haber pasado por la Biennale de Venecia o la Pasarela de Cibeles. Pero ahí está, como el nuevo astro para iluminar agujeros, fosas, cunetas, pozos, recodos, barrancos, ayuntamientos, autonomías y ministerios. Porque sino te rescatan, ya no tienes protagonismo mediático, se olvidan de ti en los diarios y no te buscan con lupa para llevarte a algún plató televisivo. Tú te empeñas en seguir nadando al estilo mariposa, de aquí por allá, pensando que estás en los Juegos Olímpicos de London 2012, pero te olvidas que Frau Merkel y sus risueños acólitos con gafas Dolce & Gabana nos tienen cogidos por el cuello y atados de pies y manos. Claro, en cuanto a economía se refiere. Tendrás que cambiar la tradición, porque esta vez Spain no puede ser different. Y como vivimos en la época de la “sin vergüenza” (¿Os acordáis de aquello de No War?, pues parece que eres como los demás y no es así Spain, esta vez, no puede ser different. Estamos acorralados y apabullados. Nos han puesto el cinturón bien apretado en la garganta. Lo del rescate a mi me recuerda otros términos como, naufragio, tragedia, katastrophe, desastre, salvamento, ruina, siniestro, emergencia, salvamento, liberación, socorro, trasfusión, ayuda, ambulancia, sirenas. Un poco de todo eso hay en el término “rescate”. Lo vemos en las expresiones populares: “lo han rescatado”, “pagamos el rescate”, “se ha salvado por pelos”, “lo han liberado”, “salió incólume”, “le llevaron a reanimación”, “le rescataron los bomberos”, “la unidad de salvamento rescató a inmigrantes de la patera”, “lo rescataron en el mar”, “no pudieron rescatarle debido a la avalancha de nieve”, “los secuestradores piden el pago del rescate”. Por lo tanto tenemos muchos ejemplos que nos ilustran la refinada entretela de esa palabra que pone nerviosos a los gobiernos de la UE.
Si la llegada de Frau Merkel ha despertado mucho optimismo, tenemos que recordar que también ha levantado muchas ampollas, aunque haya subido la Bolsa a la azotea y haya bajado la prima de riesgo a la entreplanta. Las heridas dolorosas aparecen en la vida de millones de ciudadanos en paro, en miles de familias con escasos recursos, en miles de jubilados con pensiones mínimas. Y sobre todo, en miles de jóvenes para quienes los nubarrones del desempleo cubren de pesadumbre y llanto el horizonte del futuro. Porque en la madre patria no encuentran, ni ocupación, ni trabajo, ni futuro. Esa es la cruda realidad que no debemos cansarnos de repetirla hasta que veamos soluciones factibles y eficaces. No eslóganes roñosos, palabras huecas y enunciados de fiambre. Alemania está dispuesta a recibir ingenieros, programadores cualificados y técnicos de ordenadores que vengan de España o de otros países. Esa avalancha de gente joven, ambiciosa, preparada, capacitada y dispuesta a lo que sea, le cubre las espaldas, le asienta los lomos y le abre la senda del futuro a Frau Merkel y a sus sucesores. La historia se repite en todas partes y basta releer la historia de la Alemania de la posguerra para entender el éxodo y la emigración de miles de jóvenes de muchos países del mundo en busca del “oro” en Alemania. Hoy parece que “la ventanilla” está abierta, pero no sabemos para cuanto tiempo. Ventiscas, aguaceros y tormentas podrían llegar en cualquier momento en la UE. Los paraguas que tenemos difícilmente podrían soportar la lluvia torrencial de los euro-recortes que se lleva todo río abajo. Los únicos que se verían contentos son los reptiles y tiburones, que son todo terreno, es decir nadan lo mismo en seco que en mojado. Pero mejor allí donde las aguas son turbias y barrosas, lugar preferido de los reptiles de fondo. Mientras tanto sigue la movida de los euro-recortes, en espera de un otoño caluroso y de un invierno caliente. Cómo ha cambiado el clima en los últimos años.
Por Justo Lacunza Balda, en exclusiva para HUMANISMO Y VALORES.
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