martes, 26 de junio de 2012

CURSOS DE VERANO: "PRIMAVERA ÁRABE: DEMOCRACIA, DERECHOS HUMANOS Y CONSTITUCIONES"

"Tanto los derechos y libertades como la democracia y las constituciones enfocan la persona humana como elemento central e insustituible de toda sociedad, estado o nación. Cómo traducir el espíritu de las revoluciones árabes en un progreso real de la dignidad, libertades y derechos de las personas es el núcleo central y la apuesta histórica fundamental". Justo Lacunza Balda

Durante el pasado día 21 de junio tuvo lugar la presentación del Curso de Verano "PRIMAVERA ÁRABE: DEMOCRACIA, DERECHOS HUMANOS Y CONSTITUCIONES", organizado por la UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO (UPV / EHU). La presentación, que reproducimos a continuación, fue llevada a cabo por Justo Lacunza Balda, Master en Filosofía y Doctor en Lenguas y Culturas Africanas, arabista, africanista e islamólogo, además de investigador, docente, articulista, políglota, Rector Emérito del Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islámicos de Roma y uno de los mayores expertos a nivel mundial en todo lo relacionado con los países árabes, las identidades musulmanas y el Islam.

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El Curso de Verano 2012 “Primavera árabe: democracia, derechos humanos y constituciones”, programado por la UPV/EHU, se articula en tres intervenciones  complementarias.

La primera, “Revoluciones en los países árabes: cambio de ciclo, claves de lectura, desafíos actuales” (Justo Lacunza Balda), es una somera exposición de algunos de los principales aspectos de las revoluciones árabes, los cambios históricos que esas han provocado en las sociedades de los países árabes, en las identidades nacionales, en la concepción de la democracia. Es necesario subrayar la importancia del concepto de ciudadanía en relación a los derechos, libertades y democracia. Las consecuencias de las revoluciones árabes se sitúan a diferentes niveles y con diversos énfasis.


martes, 12 de junio de 2012

CLAUDIO MAGRIS

"… Un escritor transcribe historias y cosas de las que la vida le ha hecho partícipe: sin ciertos rostros, ciertos eventos grandes o pequeños, ciertos personajes, ciertas luces, ciertas sombras, ciertos paisajes, ciertos momentos de felicidad y de desesperación, no habrían nacido muchas páginas". 
Claudio Magris

La historia de nuestro desencuentro fue una de esas casualidades de la vida, a las que en un principio no das la importancia que merece, y se borran por un tiempo de la mente hasta que un clic inesperado las recupera de la cada vez más intrincada selva de la memoria, permaneciendo ya para siempre como una espina clavada en las entretelas del corazón.

La tarde era serena. Mi amiga Donatella y yo recorríamos los escasos kilómetros que separan Macerata de Recanati, donde iba a tener lugar uno de los continuos actos de homenaje a Leopardi que se celebraban en su maravillosa ciudad natal con motivo del bicentenario del nacimiento del poeta de poetas italiano. El día anterior había tenido ocasión de visitar la casa natal, de la mano de la condesa Anna, una interesante y hermosísima mujer de avanzada edad, decana de la Casa Leopardi, ya tristemente desaparecida, y seguía impresionada por los acontecimientos a los que el continuo viaje de la vida me estaba permitiendo asistir. Sonó el móvil. Como mi amiga conducía contesté yo.

jueves, 7 de junio de 2012

CLARINES Y TIMBALES

Cada tarde da comienzo una liturgia.

Vuela un moquero blanco como una paloma del parque de María Luisa que hubiera errado su destino, suenan los clarines y timbales con una música pretérita y se abre, de par en par, el portón del túnel de los miedos. Uno, dos, tres…, tres toreros en el ruedo elíptico de la Real Maestranza de Caballería, en Sevilla por más datos, ohú, hacen brillar los alamares de sus vestidos. Desde fuera, sin conocimientos taurinos, sin antecedentes en el lenguaje, en los signos, en la liturgia, en el arte –porque lo que cabe en una tarde de toros es parte inseparable de nuestra Cultura, con mayúscula– cada tarde de toros es un viaje al siglo XVII en el que un mozo ceñido por una calzona hace bailar a la muerte alrededor de su tripa, olé, o “bieeennn” de letras repetidas, un “bien” alargado que habla con una sola voz y miles de gargantas, la voluntad del público que se estremece o mira indiferente el trastear de los coletas en su función de torear y matar a estoque seis bureles negros, tan negros como el luto que ya nadie lleva.

El toreo es un anacronismo –¡bendito anacronismo!– que no puede comprenderse en los 140 caracteres de un tuit ni en la fotografía tuneada de un perfil de Facebook porque en su ceremonia no existe una sola mentira, que bien lo saben los matadores que llevan cosido el cuerpo a cornadas, y no de plástico y virtualidad precisamente.