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jueves, 30 de diciembre de 2010

DEBERES DEL HOMBRE DE ESTADO

Los que hayan de gobernar el Estado deben tener siempre muy presentes estos dos preceptos de Platón: el primero, defender los intereses de los ciudadanos de forma que cuanto hagan lo ordenen a ellos, olvidándose del propio provecho; el segundo, velar sobre todo el cuerpo de la República, no sea que, atendiendo a la protección de una parte, abandonen a las otras. Lo mismo que la tutela, la protección del Estado va dirigida a utilidad no de quien la ejerce, sino de los que están sometidos a ella. Los que se ocupan de una parte de los ciudadanos y no atienden a la otra introducen en la patria una gran calamidad: la sedición y la discordia, de donde resulta que unos se presentan como amigos del pueblo y otros como partidarios de la nobleza: muy pocos favorecen el bien de todos.

De aquí las grandes  discordias de los atenienses, y en nuestra República no solamente sediciones, sino también pestíferas guerras civiles. Un ciudadano sensato y fuerte y digno de ocupar el primer puesto en la República, alejará y detestará estos males y se entregará enteramente al servicio de la República, no buscará ni riquezas ni poderío, se dedicará a atender a toda la patria, de forma que mire por el bien de todos. Jamás expondrá a nadie por falsas acusaciones al odio y a la malquerencia y de tal manera se abrazará a la justicia y a la honestidad que para mantenerlas afrontará peligros y hasta se entregará a la muerte antes que abandonar los preceptos que he dicho. 

miércoles, 22 de diciembre de 2010

MARCO TULIO CICERON

"No solamente el pensar que es mejor lo útil que lo honesto, sino incluso el compararlos y admitir en ello la menor duda, es verdaderamente vergonzoso". Marco Tulio Cicerón

Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), nacido en Arpino, al sur de Roma, fue hijo de una familia de la nobleza rural, lo que le marcaría en su actividad pública, ya que careció de las ayudas que beneficiaban a los jóvenes de linajes patricios, y tuvo que abrirse camino mediante su esfuerzo, talento y sus especiales dotes para la retórica. Sus contemporáneos le describen como un hombre vanidoso, provocador incluso y siempre dispuesto a ridiculizar a sus adversarios. Recibió una educación muy completa para lo que constituía la formación usual de la clase política; estudió filosofía, que en aquel entonces abarcaba casi todas las ramas del saber, y por supuesto retórica, para lo que acudió a Molón de Rodas. El viaje a Grecia sería también el germen de su actividad como traductor de la filosofía griega a la lengua y mentalidad latinas, situándose él mismo cercano a una de sus escuelas, el estoicismo. En el año 77 a.C. regresa a Roma, donde comienza su carrera como abogado. Muchos de los escritos que nos han llegado de Cicerón son reconstrucciones de discursos que pronunció en sus casos más conocidos, como acusador o defensor de otros, aunque también hay una nutrida colección de cartas a familiares o amigos, recopiladas en Ad familiares.