domingo, 25 de noviembre de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EN UN ENTORNO MULTICULTURAL

Fotografía: Rafa Llano.
"Olvídate de lo que has Aprendido"
Advierte el profesor Samuel Huntington, en el primer capítulo de su obra “El choque de las civilizaciones”, que nos encontramos ante una nueva era de la política mundial.

El reputado profesor de Ciencias Políticas justifica su afirmación en base al proceso de transformación que se está operando en el escenario internacional, del cual se deriva una modificación de las relaciones de poder entre Estados y Civilizaciones. Estos cambios, afirma, están promoviendo –a nivel internacional- la centralización del poder en Estados nucleares (representativos de las distintas civilizaciones) que no están dispuestos a seguir tolerando la imposición que de los valores occidentales se ha venido practicando, por la fuerza, durante los últimos cincuenta años.  A nivel interno, por su parte, los ciudadanos comienzan a identificarse más íntimamente con sus civilizaciones originales que con los estados de los que oficialmente forman parte.

De los fundamentos últimos de las teorías del profesor Huntington parece desprenderse que, en contra de lo que viene siendo la idea dominante en Occidente, el proceso de Globalización no está generando lo que V.S. Naipaul denominó “la civilización universal” sino una acentuación de las diferencias entre culturas lejanas, una reafirmación de la propia identidad mediante su contraste con la del extranjero.

A este hecho debemos añadir que los avances técnicos que acompañan a la Globalización están reduciendo –cuando no eliminando- las distancias entre los pueblos y las personas.  Con ello, se está incentivando el contacto entre culturas, costumbres y tradiciones muy distintas y, en ocasiones, antagónicas.  Y debemos tomar en consideración que los mencionados contactos se están dando tanto a nivel político-institucional (entre estados), como mercantil (en el ámbito de los negocios), como individual o personal (a través de los viajes y del fenómeno de la inmigración).

Estas relaciones entre cosmovisiones tan distintas no es difícil que supongan la aparición de situaciones de conflicto.

jueves, 22 de noviembre de 2012

LA MUERTE Y EL SENTIDO DE LA VIDA


Si hay un rasgo que define a la mentalidad moderna, este es el del rechazo o huída de la muerte. Es un negarse a aceptar la idea de la muerte, un no saber cómo encararla y un no entender su significado, que lleva a procurar no pensar en ella. Hay un miedo visceral a morir, pues se considera que la muerte supone el fin del ser humano, que con ella todo se acaba y que no hay nada detrás de su triste y tétrica sombra.

El hombre moderno, inmerso en una civilización materialista, no puede soportar la idea de que tiene que morir, de que su vida es perecedera, y se buscan toda clase de subterfugios para evadir el tremendo problema que supone el hecho de que la vida haya de llegar un día a su fin. Es significativo que en muchos de los países más “avanzados”, que gozan de mayor progreso y bienestar económico, se considera de mala educación hablar de la muerte. Se huye de ella y se evita hasta su recuerdo, asumiendo la postura del avestruz, que esconde la cabeza para no ver el peligro que se avecina.

Hay en nuestra época una auténtica huida de la muerte, que no es sino una manifestación de la huida de Dios. Se da la espalda a la Realidad divina, al mundo de lo sagrado y eterno, y como consecuencia no se puede dar una respuesta al tremendo interrogante, dramático y definitivo, que la muerte plantea.

jueves, 15 de noviembre de 2012

EL TERCER CIPRÉS

"El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo 
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco 
conseguir que se filtre una corona real
Levántate cada día a hora distinta

y entre hora y hora

compóntelas para incrustar un ángel". 

Gerardo Diego (Te diré el Secreto de la Vida)


Érase una vez que,  en el año de gracia de 1996, tuvo lugar en nuestro pueblo de Pozuelo un acontecimiento desconocido para muchos de sus actuales moradores que yo les quiero relatar, y este no es otro sino que  Gerardo Diego, maestro en la vida y de la vida, señor de la palabra, vino a descansar para siempre entre nosotros. Como quiera que él fuera amante de la prudencia y el silencio, quizá muchos de ustedes no sepan que está dormido junto a su ciprés, otro ciprés hermano del de Silos, en estas vecinas tierras del alfoz madrileño. Cuentan las crónicas de esta localidad que, cuando se  iban a cumplir diez años de su presencia aquí, coincidió el centenario de su nacimiento y se prodigaron los actos de homenaje a su memoria y… hablando de cipreses, hacía tiempo que no acudía yo a las serenas tierras burgalesas, donde se ensancha el alma hasta casi no encontrar espacio que la abarque, en esos atardeceres gregorianos desbordados de cantos y tañidos de campanas; de piedras cinceladas con ternura, de arrullos de las fuentes y de la amable gente que cruza sus sonrisas por empinadas calles, morenas de los soles de Castilla. 

Prácticamente, al cruzar la carretera tras la visita a Silos, otro vestigio de historia se levanta, el antiguo Convento de San Francisco que, prodigiosamente reconstruido, ofrece al caminante, bien dirija sus pasos a Santiago o termine su periplo en la Abadía silense, un confort  re-cuidado y  remirado en medio de un tapiz de girasoles en amorosa paz y reposado silencio. Por si eso fuera poco, entre sus muros de nueva factura  se brinda al peregrino, huésped o no, una exposición permanente sobre las Órdenes Monásticas, que es soberbia muestra de erudición, amenidad y buen hacer y que, como muchos tesoros que alberga nuestra Piel de Toro, pocos son los que han tenido la fortuna de visitar.  

martes, 6 de noviembre de 2012

MALALA YOUSAFZAI: UNA ESTRELLA EN EL CIELO

El domingo 28 de octubre los ministros de Exteriores del Reino Unido, Pakistán y los Emiratos Árabes Unidos visitaron a la joven pakistaní, Malala Yousafzai, en el Queen Elizabeth Hospital de Birmingham. Allí se recupera esta chica de 14 años a quien, hace ahora un mes, los talibanes del Valle del Swat (Pakistán) la tirotearon en plena calle. Una vez más, el plomo de los pistoleros escupía violencia y traspiraba odio, mezclados a la ignorancia y maldad. Malala había salido de la escuela y viajaba en un vehículo camino de casa en su ciudad natal, Mingora, capital del estado de Khyber Pakhtunkhwa (Pakistán). La razón del brutal atentado era que Malala defendía con la palabra y la inteligencia el derecho de las chicas como ella a la educación. Nada de extraordinario sino fuera por el deplorable acoso de quienes se consideran sacrosantos defensores del Islam soberanos intérpretes del Corán. Esto significa que quienes disienten de la versión oficial, protagonizada e impulsada en la región desde las madrigueras de los talibanes, acaben heridos a muerte y malparados en el fondo del terraplén. 

A mi juicio, sin embargo, no creo que intentar matar a una joven, por querer recibir educación en la escuela, lo permita la shari‘a (ley islámica), ni esté en consonancia con los principios de la fe musulmana, ni lo validen los textos fundamentales del Islam. Aquí nos topamos de frente con la lectura perversa y desalmada que los talibanes hacen del credo islámico a causa de su obstinada ideología y, sobre todo, de su fecunda contaminación con las cavernosas tesis de al-Qaeda. En el surco de esa sinergia explosiva cayó la semilla del rechazo y la aversión hacia todo aquello que lleva, para ellos, la etiqueta de “occidental”. Estaban convencidos que la identidad musulmana de Malala se estaba contaminando en la escuela. Perdía brillo y lucidez. En consecuencia, había que enderezar lo que se iba torciendo. Era hora de rectificar los planes y bloquear las aspiraciones de una chiquilla desobediente. La sentencia estaba echada, había llegado el momento de apretar el gatillo y aplastar la sana y firme ambición de Malala. Un diabólico edicto de muerte, pronunciado por quienes entendían poco de erudición y menos todavía de humanidad. De esa manera echarían a pique los grandes sueños infantiles de Malala. Una vez más las vísceras malsanas y malolientes de los islamistas se había convertido en el aguijón mortífero y letal contra la libertad, los derechos y el sentido común. En el desierto del pensamiento único, no cabía en sus mentes que una joven de corta edad se educara en la escuela. Los talibanes se habían constituido en la sede magistral de la interpretación y aplicación de la religión, del Islam y del Corán.