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domingo, 19 de mayo de 2013

MOHANDAS KARAMCHAND GANDHI

"En la actualidad la gente sólo se preocupa por sus derechos. Recordarle que también tiene deberes y responsabilidades es un acto de valor que no corresponde exclusivamente a los políticos". 
Mahatma Gandhi

MOHANDAS KARAMCHAND GANDHI (1869-1948)

El rechazo del sistema de educación colonial, que la administración británica había establecido a comienzos del siglo XIX en la India, fue una importante característica del fermento intelectual creado por la lucha de liberación. Muchas personalidades indias, entre las que se contaban dirigentes políticos, reformadores sociales y literatos, dieron expresión a ese rechazo. Pero nadie rechazó la educación colonial de modo tan radical y absoluto como Gandhi, ni nadie propuso una alternativa tan extrema como la suya. La crítica de la educación colonial por parte de Gandhi se inserta en su crítica global de la civilización occidental. La colonización, incluido su programa educativo, era para Gandhi la negación de la verdad y de la no violencia, los dos valores para él supremos. El hecho de que los hombres de Occidente hubieran derrochado “toda su energía, su industria y su ingenio en saquear y destruir a otras razas” era prueba suficiente para Gandhi de que la civilización occidental era “un caos lamentable” (2). Por consiguiente, para él no era posible que esa civilización fuera un símbolo del “progreso”, ni nada digno de imitación y transplante en la India.

Sería erróneo interpretar la reacción de Gandhi a la educación colonial como un sentimiento de xenofobia. Igualmente erróneo sería verla como un síntoma de un sutil dogma “revivalista”. Si fuera posible leer el plan de “educación básica” de Gandhi como un texto anónimo de la historia de la educación en el mundo, habría que clasificarlo en la tradición de los humanistas progresistas de Occidente como Pestalozzi, Owen, Tolstoy y Dewey. Ello no nos permite considerarlo en el contexto de la dicotomía civilizadora de Oriente-Occidente de que Gandhi habló en algunos de sus escritos. Y sin embargo, subsiste el hecho de que Gandhi quería que la educación, reinterpretada con arreglo a los criterios que estimaba correctos, ayudase a la India a apartarse del concepto occidental del progreso, hacia una forma distinta de desarrollo a su juicio más adecuada a sus necesidades y más viable -para todo el mundo- que el modelo occidental de desarrollo.

martes, 16 de abril de 2013

TERRORISMO DE SALÓN

"Cuanto más se prolongue la violencia, tanto más difícil les resulta, a aquellos que la han empleado, encontrar la forma de realizar actos compensatorios no violentos. Se crea una tradición de violencia y los hombres aceptan escalas de valores, de acuerdo con las cuáles los actos de violencia se computan como hechos heroicos o virtuosos". Aldous Huxley

Las víctimas del terrorismo son siempre víctimas. No importa en qué lugar del mundo o bajo qué bandera mueran. En el dolor extremo no hay grados: ni se puede morir más, ni se puede morir menos. 

Matar a otro ser humano o emplear con él la violencia extrema, es sencillamente algo execrable, especialmente cuando se lleva a cabo desde la premeditación, la frialdad y una actitud despiadada. La finalidad del terrorismo y del terrorista no es otra más que la de aterrorizar a una sola persona, a un grupo o a toda una sociedad, para tratar de obtener por medio de la coacción y el terror lo que las urnas, las leyes o la razón no les conceden. Con frecuencia los objetivos son además inconfesables y pasan por algo tan miserable y material como el dinero, o tan mezquino como el poder, el odio o el sectarismo político. Nada justifica semejante forma de actuar; nada es tan contrario al Bien Común, ni vale tanto, como la vida de un sólo Ser Humano. 

Más allá de la propia conducta criminal de los asesinos que llevan a cabo los actos de terrorismo, quienes defienden, amparan, toleran, apoyan o participan -aunque sea indirectamente- de forma activa o pasiva en semejante indignidad, merecen igualmente el más firme rechazo social y la acción implacable de la justicia. También los que incitan a ello desde las brumas subjetivas de su razón o la supuesta bondad de una causa que, sin saberlo o premeditadamente, les lleva a terminar deambulando, ebrios de torpeza, sobre esa delgada línea invisible, pero presente, que separa la armonía y la convivencia pacífica del caos y la guerra. Son terroristas de red social, de calles incendiadas y asaltos al Congreso; terroristas de salón. De guante blanco. Terroristas de insultos y amenazas; de acoso disfrazado de "escrache". De conciencia ausente.

domingo, 27 de marzo de 2011

TOLERANCIA: LA RUTA DEL ENCUENTRO

La angostura y pobreza de nuestros conceptos a menudo nos impiden ser flexibles en el diálogo y comprender a los demás. Con frecuencia en los debates públicos, por ejemplo, unos acusan de intolerantes a quienes consideran injustificables sus ideas o actitudes. «Tú eres dueño de sostener las ideas que desees, pero no intentes imponerlas a los demás». «Nadie te obliga a cambiar de opinión ni actitud. Pero es demasiado pretender convertir en exigencia pública lo que es una mera convicción o creencia privada».

Frases de este tipo se dicen a menudo como algo consabido e incuestionable. Por si fuera poco, a todo el que muestra entusiasmo al defender una convicción se le reprocha que pretende «imponerla» a otros de forma intolerante.

Sentir entusiasmo por algo significa que uno se ve muy enriquecido por ello y desea conservarlo como una fuente de plenitud y felicidad. Defenderlo no significa imponerlo, sino querer vivirlo y compartirlo con otras personas. Ese deseo no tiene carácter coactivo, sino participativo. Un valor no se impone nunca; atrae. Quien participa de algo valioso tiende naturalmente a sugerir a otros que se acerquen al área de imantación de tal valor. El resto lo hace el valor mismo, que, si tienen la sensibilidad adecuada, acaba atrayéndolos.