jueves, 25 de julio de 2013

ACCIDENTE FERROVIARIO: EN RECUERDO DE LAS VÍCTIMAS

"El dolor tiene un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber". Cesare Cantú

Desde HUMANISMO Y VALORES queremos trasladar todo nuestro apoyo y cariño a las víctimas y familiares del accidente ferroviario de Santiago de Compostela del pasado 24 de julio.

Que la dureza de estos momentos sirva también para recordarnos una vez más que la mayor y peor crisis no es la económica –por más que la mayoría suframos sus rigores-, sino la que atañe a la conservación de la propia vida, a los valores humanos en los que se fundamenta y a nuestra sensibilidad frente al dolor de los demás. Una sensibilidad que en no pocas ocasiones permanece adormilada en el regazo de nuestro egoísmo y entre los pliegues de nuestra incapacidad para pensar en el bien común, hasta que alguien nos sacude el alma y recuperamos la consciencia y la conciencia. A veces son esas víctimas las que nos tienen que sacar del letargo en el que estábamos sumidos, en un acto de heroísmo póstumo, en donde la frontera entre lo que parece estar pasando y lo que de verdad ocurre, queda difuminada en el marco de nuestra humanidad extraviada. A veces también son esas mismas víctimas las que nos sacan a los demás de entre los hierros retorcidos de nuestro tren... de nuestro tren de vida. 

Quizás algún día, la misma sensibilidad y generosidad que con frecuencia somos capaces de demostrar de manera puntual ante el sufrimiento sobrevenido, sea la que guíe nuestras vidas en todo momento; probablemente seguiremos sin poder evitar que de tanto en tanto suceda algún terrible accidente, pero tal vez entre todos consigamos que el día a día y hasta la propia vida, dejen de ser una verdadera tragedia para millones de seres humanos.

Nada puede sustituir a un ser querido que se ha ido; nada puede reemplazar a un padre, una madre, un hermano, un hijo o un amigo arrebatados por la muerte. Pero el efecto que su memoria, que esa vida, que esa huella indeleble de dolor deja en cada uno de nosotros, si puede servir para recordarnos que nada nos es más preciado que la parte afectiva de la vida; que el amor que profesamos a los demás y el que recibimos de ellos es nuestro mayor tesoro y que aquello que verdaderamente echamos de menos cuando nos falta, no es lo que podemos tocar o contar, sino a los que podemos abrazar... Y a esa fuerza invisible e intangible que nos une para siempre a las personas que comparten la vida con nosotros.

Por Alberto de Zunzunegui