miércoles, 30 de octubre de 2013

LA CONSTRUCCIÓN DE LA PERSONA Y LA CRISIS SOCIAL

Vivimos actualmente la crisis más grave que haya conocido la Humanidad. Son los tiempos oscuros del Kali-Yuga, la era tenebrosa que cierra todo un ciclo histórico y cósmico. Estamos ante una sociedad enferma, afectada por una incurable dolencia que se encuentra ya en su fase terminal.

El mundo, y en especial el mundo occidental, se halla hoy sumido en un proceso de hundimiento y decadencia que viene caracterizado por los siguientes rasgos: caos y desorden, anarquía (sobre todo en las mentes y las conciencias), desmadre y desbarajuste total, confusión y desorientación, inmoralidad y corrupción, desintegración y disgregación, descomposición, inestabilidad y desequilibrio (en todos los órdenes: tanto a nivel social como en la vida psicológica individual), ignorancia, ceguera espiritual, materialización y degradación de la vida, descenso del nivel intelectual y eclipse de la inteligencia, estupidez e idiotización generalizadas, demencia colectiva, ascenso de la vulgaridad y la banalidad. Por doquier se observa un fenómeno sísmico de ruina, destrucción, socavación y subversión, en el cual queda arrumbado y corroído todo aquello que da nobleza y dignidad al ser humano, todo cuanto hace la vida digna de ser vivida, mientras irrumpen fuerzas abisales que se recrean y complacen en esa oleada destructiva, amenazándonos con las peores catástrofes que haya podido imaginar la mente humana.

La crisis no es sólo económica, política o social, aunque esto sea lo más evidente a primera vista, lo que más llama la atención y de lo que se habla a todas horas en la prensa, en los telediarios y en las tertulias. La grave crisis que padecemos tiene raíces mucho más profundas de lo que solemos pensar. Es ante todo una crisis espiritual, una crisis humana, con hondas consecuencias intelectuales y morales. Es una crisis del hombre, que se halla desintegrado, angustiado, aplastado, hastiado, cansado de vivir, sin saber adónde ir ni qué hacer.

martes, 22 de octubre de 2013

CRUCE DE CAMINOS: ISABEL

Conocí a Isabel hace ya tiempo, por cuestiones laborales, el día en que cumplió cien años. Nunca, hasta aquel momento, había tenido ocasión de felicitar a nadie en su centenario, y reconozco que, aunque me causaba cierto pudor invadir su intimidad en tan señalada fecha, acudí a su hogar con un respeto infinito y una alegría que a mí misma me chocaba, puesto que yo no sabía nada de ella ni de los suyos y, sin embargo, deseaba vehementemente encontrarme con aquella mujer, quizá porque por entonces se me estaban cayendo, uno a uno, casi todos los palos del sombrajo y, sin saber por qué, comenzaba a ser consciente de que algo en mí iba muriendo, poco a poco. Sentía la necesidad de fundirme en un abrazo con esta mujer, como si de ese modo pudiera encontrar la fortaleza necesaria, para seguir viviendo, al igual que ella, silenciosa y dulcemente, un puñado de  años más.

En los días previos a esta visita repasé en algunos viejos textos los acontecimientos más significativos de la época en que Isabel había venido al mundo, porque  la memoria flaquea y quitando el, por entonces, tan traído y llevado centenario del cine, apenas contaba con datos frescos para comprender como habrían sido los primeros caminos en los que, mi desconocida amiga, había comenzado su peregrinar. Soy consciente de que la vida de cada uno raras veces tiene que ver con lo que sucede a cuatro manzanas, pero necesitaba un escenario para comenzar.

miércoles, 9 de octubre de 2013

SANCIONES, IMPUESTOS Y EL USO PERVERSO DE LA LEY

"Su madre tenía una especie de nobleza sólo por el hecho de regirse por normas privadas. Los sentimientos de ella eran realmente suyos y no los que el estado le mandaba tener". George Orwell, "1984"

De unos años a esta parte, nuestra sociedad ha degenerado en un sistema de extracción intensiva, en donde las diferentes administraciones se dedican a exprimir sin compasión los bolsillos de los ciudadanos. Unas administraciones ineficientes, mayoritariamente hipertrofiadas, en ocasiones duplicadas y generalmente mal gestionadas, a consecuencia de haber puesto muchas de ellas en manos de personas irresponsables, indignas y en no pocos casos también corruptas.

Y es que en realidad, el principal objeto de todo ese desmesurado afán recaudatorio no es otro que el de disimular, tapar, reparar y mantener los continuos despropósitos en los que incurren quienes las dirigen, a la vez que ello les permite conservar un puesto de trabajo que pocas veces merecen, para el que normalmente no están capacitados y por el que frecuentemente perciben una remuneración económica excesiva e improcedente.

Para llevar a cabo la extracción y conservar el tinglado que tienen montado, no sólo ya no se conforman con haber elevado las tasas impositivas hasta niveles insostenibles para la mayoría de los ciudadanos, sino que, siendo ello insuficiente para sufragar sus despropósitos, se dedican a promover un sistema de extracción paralelo o complementario, en base al incremento irracional y desmesurado de las sanciones administrativas.