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sábado, 5 de julio de 2014

KARL JASPERS

"Los problemas y conflictos pueden ser la fuente de una derrota, una limitación para nuestra potencialidad, pero también pueden dar lugar a una mayor comprensión de la vida y el nacimiento de una unidad más fuerte en el tiempo". Karl Jaspers

KARL JASPERS (1883 - 1969)

La vida de Karl Jaspers se desarrolló en una época caracterizada por transformaciones decisivas en la esfera política. Creció este filósofo en el seno de una familia acomodada, de orientación democrática y liberal-conservadora, y fue en aquel medio donde arraigaron sus reservas con respecto al Estado autoritario y, con él, al militarismo y a la sociedad estamental que prevalecieron en la época imperial. Jaspers vio en el estallido de la I Guerra mundial una ruptura con la tradición occidental. Vio a la República de Weimar amenazada, en lo político, por el comunismo y por el fascismo; en lo social, por la masificación que la técnica traía consigo; y, en lo espiritual, por las tesis simplificadoras que el marxismo, el psicoanálisis y la teoría de las razas predicaban del ser humano. Durante la dictadura de Hitler, tanto su vida como su obra estuvieron en peligro. En 1937 fue obligado a aceptar la jubilación, y en 1938 se le prohibió publicar. Sólo la entrada de las tropas norteamericanas en Heidelberg, el 1 de abril de 1945, evitó que fuese deportado, junto con su esposa judía, a un campo de concentración. Sus reflexiones críticas sobre la reconstrucción de la República Federal de Alemania y sobre la política desarrollada por ésta reflejan esperanza y, al mismo tiempo, preocupación. Cuando, en 1948, se trasladó a Basilea (Suiza), pudo conocer de nuevo la libertad de la tradición europea.

Para comprender el discurso filosófico de Jaspers es esencial tener presente que su trayectoria conduce a la filosofía a través de la ciencia.

jueves, 30 de enero de 2014

IMMANUEL KANT

"Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él". 

"Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una legislación universal". 
Immanuel Kant

IMMANUEL KANT (1724-1804)

En Königsberg/Kaliningrad, ciudad en la que nació, trabajó y falleció Kant, no subsiste hoy, tras su destrucción en un noventa por ciento durante 1944-45, ni la casa natal ni la casa en que falleció este filósofo. Existe un Museo Kant en la Universidad y una bien cuidada tumba al final de la catedral de Königsberg, actualmente en ruinas. Cabe considerar a éstos como lugares de recuerdo y, a la vez, como un monumento de reconciliación espiritual ante la situación actual que vive el mundo. En ellos se evoca piadosamente a uno de los más grandes filósofos alemanes desde la época de la Ilustración. Kant encarna una de las figuras decisivas de la filosofía europea en habla alemana desde el siglo XVIII.

Los especialistas en historia de la educación denominan al siglo XVIII "el siglo de la pedagogía". El propio Kant invirtió energías en la materia. Su significación pedagógica, sin embargo, adquiere plenitud únicamente en el marco de su filosofía. Por eso Kant se inscribe más bien en la historia de una "filosofía de la pedagogía", o de una filosofía de la educación o de la formación. Por esa razón, no se halla incluido en la conocida exposición de "Clásicos de la Pedagogía" de Schleuer, aunque aparece citado en la introducción (2), junto a Lutero, Melanchthon, Friedrich August Wolf y Schiller. Es posible que la mencionada interpretación de los clásicos de la pedagogía se exceda en su afán por deslindar la filosofía de la pedagogía básica. Otras tradiciones pedagógicas, sin embargo, se remiten explícitamente a la significación de Kant como pedagogo. "Kant y la pedagogía" es el tema de un trabajo publicado en 1954 por el conocido filósofo existencial "pedagógico" Bollnow (3), quien ha trazado, con ello, una importante línea de la pedagogía del siglo XX que remite a Kant.

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA CONSTRUCCIÓN DE LA PERSONA Y LA CRISIS SOCIAL

Vivimos actualmente la crisis más grave que haya conocido la Humanidad. Son los tiempos oscuros del Kali-Yuga, la era tenebrosa que cierra todo un ciclo histórico y cósmico. Estamos ante una sociedad enferma, afectada por una incurable dolencia que se encuentra ya en su fase terminal.

El mundo, y en especial el mundo occidental, se halla hoy sumido en un proceso de hundimiento y decadencia que viene caracterizado por los siguientes rasgos: caos y desorden, anarquía (sobre todo en las mentes y las conciencias), desmadre y desbarajuste total, confusión y desorientación, inmoralidad y corrupción, desintegración y disgregación, descomposición, inestabilidad y desequilibrio (en todos los órdenes: tanto a nivel social como en la vida psicológica individual), ignorancia, ceguera espiritual, materialización y degradación de la vida, descenso del nivel intelectual y eclipse de la inteligencia, estupidez e idiotización generalizadas, demencia colectiva, ascenso de la vulgaridad y la banalidad. Por doquier se observa un fenómeno sísmico de ruina, destrucción, socavación y subversión, en el cual queda arrumbado y corroído todo aquello que da nobleza y dignidad al ser humano, todo cuanto hace la vida digna de ser vivida, mientras irrumpen fuerzas abisales que se recrean y complacen en esa oleada destructiva, amenazándonos con las peores catástrofes que haya podido imaginar la mente humana.

La crisis no es sólo económica, política o social, aunque esto sea lo más evidente a primera vista, lo que más llama la atención y de lo que se habla a todas horas en la prensa, en los telediarios y en las tertulias. La grave crisis que padecemos tiene raíces mucho más profundas de lo que solemos pensar. Es ante todo una crisis espiritual, una crisis humana, con hondas consecuencias intelectuales y morales. Es una crisis del hombre, que se halla desintegrado, angustiado, aplastado, hastiado, cansado de vivir, sin saber adónde ir ni qué hacer.

jueves, 25 de abril de 2013

UNAMUNO

"Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir". Miguel de Unamuno

Departiré de un escritor-filósofo considerado como el máximo representante de la “Generación del 98”, Miguel de Unamuno y Jugo. Imaginemos a don Miguel con las perneras del pantalón abombadas por las rodillas, y su chaleco de lana hasta el cuello, haciéndolo así, lo estaremos viendo como realmente parecía.

Miguel nació el 29 de septiembre de 1864 en la calle Ronda de Bilbao. Al acabar sus estudios primarios en el Colegio San Nicolás, pasó al Instituto bilbaíno donde viviría la experiencia del asedio de la ciudad durante la Tercera Guerra Carlista. Sin embargo, fueron, quizás, los momentos más felices de su mocedad: se pasaba el día jugando y tras los bombardeos, entraba en las iglesias semidestruidas para juguetear entre sus naves. Sobre todas estas peripecias, confeccionaría años después su primera novela “Paz en la Guerra”; pero todavía no es el momento de hablar de su obra…

En septiembre de 1880 se matricula en la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y  Letras. Al cumplir diecinueve años, finaliza sus estudios con la calificación de sobresaliente. En 1888 oposita a la  cátedra de Lengua Griega en la Universidad de Salamanca que obtiene en primera instancia. En 1901 sería elegido rector de dicha Universidad. Toda su vida fue crítico de los distintos regímenes políticos en los que vivió, y, como consecuencia de su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, fue desterrado a Fuerteventura; de allí logró escapar y se exilió voluntariamente a Hendaya (Francia). Tras la caída del dictador, vuelve triunfalmente a España y fue diputado durante la II República. Siempre fue rebelde, y no encontró nunca la paz atormentado por dudas religiosas y existenciales, su vida tuvo una gran actividad intelectual de incesante lucha con su propio ser.

domingo, 27 de marzo de 2011

TOLERANCIA: LA RUTA DEL ENCUENTRO

La angostura y pobreza de nuestros conceptos a menudo nos impiden ser flexibles en el diálogo y comprender a los demás. Con frecuencia en los debates públicos, por ejemplo, unos acusan de intolerantes a quienes consideran injustificables sus ideas o actitudes. «Tú eres dueño de sostener las ideas que desees, pero no intentes imponerlas a los demás». «Nadie te obliga a cambiar de opinión ni actitud. Pero es demasiado pretender convertir en exigencia pública lo que es una mera convicción o creencia privada».

Frases de este tipo se dicen a menudo como algo consabido e incuestionable. Por si fuera poco, a todo el que muestra entusiasmo al defender una convicción se le reprocha que pretende «imponerla» a otros de forma intolerante.

Sentir entusiasmo por algo significa que uno se ve muy enriquecido por ello y desea conservarlo como una fuente de plenitud y felicidad. Defenderlo no significa imponerlo, sino querer vivirlo y compartirlo con otras personas. Ese deseo no tiene carácter coactivo, sino participativo. Un valor no se impone nunca; atrae. Quien participa de algo valioso tiende naturalmente a sugerir a otros que se acerquen al área de imantación de tal valor. El resto lo hace el valor mismo, que, si tienen la sensibilidad adecuada, acaba atrayéndolos.