![]() |
Areté: excelencia, virtud, dignidad, honor. |
Recientemente leía un interesante artículo firmado por Martín Mucha, aparecido en la edición de EL MUNDO del pasado día 18 de agosto, en donde recordando la idea de Platón de El Gobierno de los Mejores, se presentaba una lista de catorce brillantes personalidades, todos procedentes del mundo empresarial, a modo de lo que podría ser la candidatura perfecta para formar un gobierno ideal. En realidad, lo que me llamó la atención es que en esa lista no se hubiera incluido también a candidatos procedentes de otras disciplinas. Tal y como dejara plasmado en La República el propio Platón, a su juicio Los Mejores, los llamados a gobernar, no eran los comerciantes o los mercaderes, ni siquiera los más adinerados o poderosos, sino los sabios y los filósofos; aquellos mejor facultados para encarnar las virtudes cardinales: prudencia, valor, templanza y justicia. De ello dan testimonio las propias palabras del filósofo: "A menos -proseguí- que los filósofos reinen en las ciudades o cuantos ahora se llaman reyes y dinastas practiquen noble y adecuadamente la filosofía, vengan a coincidir una cosa y otra, la filosofía y el poder político, y sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra" (Platón. La República, libro V).
Sin embargo y en descargo del autor de dicho artículo, a quién además agradezco sinceramente el haber propiciado esta reflexión, es importante señalar que el planteamiento es muy común, puesto que lo llevamos implícito en nuestra propia cultura, empeñada en asociar y equiparar el éxito en la vida al éxito económico; empeñada en asociar la capacidad de generar riqueza y triunfar en el ámbito empresarial, con la justicia, la inteligencia o la sabiduría, olvidando que el limitado alcance de esos conceptos así planteados, es una de las principales causas de nuestra desgracia y de los males que afligen a la humanidad.