"Muchos mortales se dan cuenta de que a menudo se produce una grieta entre su vida presente, su pasado y su futuro, Entonces el pasado pesa sobre ellos como una carga; invade el presente con un sentido de arrepentimiento, de oportunidades no aprovechadas, de consecuencias que quisiéramos no haber sufrido. Entonces, el pasado oprime al presente, en vez de ser un almacén de recursos para marchar confiado hacia adelante".
John Dewey (1859-1952) fue el filósofo norteamericano más importante de
la primera mitad del siglo XX. Su carrera abarcó la vida de tres generaciones y
su voz pudo oírse en medio de las controversias culturales de los Estados
Unidos (y del extranjero) desde el decenio de 1890 hasta su muerte en 1952,
cuando tenía casi 92 años. A lo largo de su extensa carrera, Dewey desarrolló
una filosofía que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica, unidad
que ejemplificaba en su propio quehacer de intelectual y militante político. Su
pensamiento se basaba en la convicción moral de que “democracia es libertad”,
por lo que dedicó toda su vida a elaborar una argumentación filosófica para
fundamentar esta convicción y a militar para llevarla a la práctica (Dewey,
1892, pág. 8). El compromiso de Dewey con la democracia y con la integración de
teoría y práctica fue sobre todo evidente en su carrera de reformador de la
educación.