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lunes, 23 de junio de 2014

SILENCIO ATROZ

El 14 de abril, en Chibok, al Norte de Nigeria, más de 200 niñas fueron secuestradas por un puñado de terroristas a la salida de la escuela. Sus captores las amenazaban con todas las penas del purgatorio si no les entregaban 40 vacas por cada una de ellas, y tuvimos que leer aterrados que no había, para esa secta terrorista, bien más preciado que una vaca, por tanto si no las recibían, las jóvenes no serían puestas en libertad.

Así, en una región perdida de la orilla negra de África, un renuevo del infierno que creíamos desaparecido, había vuelto de nuevo para dar otro golpe de mano al concepto de humanidad.

Durante los días siguientes, una marea de solidaridad pareció conmover los cimientos de nuestro planeta implorando o exigiendo, que tanto da, un átomo de piedad para las inocentes víctimas, proliferaron las fotos de sus familias; de las propias niñas; de personalidades de uno y otro lugar de la orilla blanca pidiendo su vuelta a casa, luego…silencio total.

viernes, 21 de septiembre de 2012

INDIGNIDAD GLOBALIZADA

"Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje". Yevgeny Yevtushenko

Vivimos en un mundo que día a día se hace más pequeño. En una alocada carrera por aumentar la curvatura de nuestra esfera, las fronteras reales se difuminan y desaparecen, por más que haya quien se empeñe en atizar o levantar barreras virtuales o desvirtuadas; irresponsables, irreales, imposibles... trasnochadas. Un mundo menguante, en donde las ideologías engañosas y deformes crecen imparables, hundiendo sus raíces parásitarias y trepadoras en la abundancia de nuestra torpeza, de nuestra cerrazón, de nuestra incultura; de nuestra visceralidad. Obesidad mórbida del ego, por encebamiento a base de necedad.

Y todo ello a costa de la ética, enferma de anorexia, pues poco tardamos en vomitar virtudes como la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia, si con ello andamos más ligeros de equipaje para alcanzar ese paupérrimo y fugaz éxito social, por el que casi todo lo damos. Hasta el orgullo y el honor nos ponemos por montera: si es necesario los brindamos al respetable de los tendidos, sin importar sí caerán sobre la arena por el lado adecuado o del revés. Todo por la pasta; todo por la pose. Y al final del pasillo, la discapacidad... la discapacidad ética, derribando a hachazos la puerta tras la que se esconden, aterrados, nuestros sueños; nuestros proyectos; nuestra felicidad.