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Fotografía: Rafa LLano, "Donde nos llevó la imaginación" |
San Agustín estuvo muy acertado al escribir: “ama y haz lo que quieras”. Quienes no hemos estado tan afortunados hemos sido el resto al interpretar su sentencia.
“Como que amo, puedo hacer esto (o su contrario) y estará bien”, hemos llegado a afirmar. El relativismo hecho ética, la ética hecha comodidad. Una ética sin fundamento intelectual ni real (puesto que no suele definirse qué debe entenderse por amor) que sólo puede conducir al conflicto, al enfrentamiento de egoísmos o apetencias, al caos social y personal… Una mala ética.
En el otro extremo tenemos la ética de la imposición, de los mandamientos o prohibiciones que tratan de sernos impuestos desde fuera -”por nuestro bien”- por instituciones o gobiernos que recurren generalmente a la manipulación o al miedo para doblegar nuestra voluntad (en muchos casos, en favor de la suya). Tampoco me parece el camino adecuado.
Como suele suceder, ni en un extremo ni en el otro se encuentra el bien, ni en un rostro de Jano (ni en su contrario) encontraremos la Verdad porque ésta supera la dualidad de los opuestos, porque -como decían los clásicos- la virtud se encuentra en el punto medio, la visión correcta es la del tercer rostro de Jano, la de lo que en Oriente se denomina “la apertura del tercer ojo”… El que ve más allá de la apariencia dual de los fenómenos.