viernes, 25 de mayo de 2012

UNA MUJER LLAMADA VICTORIA

“O creemos que nuestra función sirve para modificar al delincuente o no lo creemos. En el caso de no tener esta fe, todas las mazmorras y el repertorio entero de castigos será poco. Si tenemos, en cambio, esa fe, hay que dar al hombre trato de hombre, no de alimaña”. Victoria Kent

Lo más hermoso de irse haciendo viejos  es la oportunidad de proporcionar la exacta dimensión a los recuerdos. Escoger, como antaño en la cocina inmensa de casa de los abuelos, las lentejas buenas, y apartar sin dudar las que tienen “cuquillo”, porque también algunos recuerdos lo tienen y pueden amargar el guiso.

Para seguir aprendiendo conviene rebuscar entre los pucheros, aportando un poco de luz a las sombras del pasado, eliminando fantasmas o fantasías inútiles  que desdibujen la realidad. Conocer en su exacta dimensión  a  los personajes de nuestra historia, más o menos reciente, proporciona tranquilidad de espíritu y es bálsamo indispensable para curarse del mal de intransigencia, más frecuente que otros y de  difícil curación.

Hace ya muchos años, una canción castiza se dejaba oír insistentemente en los aparatos de radio de la época. Una de sus estrofas repetía machaconamente: “Se lo pués decir a Victoria Kent, que lo que es a mí, no ha nacido quien (me lo diga)”. Al pasar de los años fui descubriendo que Doña Victoria Kent no era producto de Chapí o Barbieri. Tampoco era la duquesa de Kent, madre de la reina Victoria de Inglaterra, ni era, por supuesto, como alguno de sus adversarios aseguraba, la encarnación de todos los males sin mezcla de bien alguno. O sea: el espíritu infernal.

jueves, 17 de mayo de 2012

NO TE RINDAS

"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles".
Bertolt Brecht




Dedicado a todos los que sufren y a los que creen no poder sufrir ya más. 
A los que se sienten solos y a los que en soledad afrontan la vida. 
A los que lloran cada noche, a los que lo hacen al despuntar el día y a los que ya no tienen lágrimas con las que llorar. 
A los que afrontan cada jornada con un nudo en la garganta y el vacío en el estómago. 
A los que sienten que el mundo es injusto, a los que sufren la injusticia, a los que sienten que la vida nunca ha sido justa con ellos; también a los que fueron injustos con la vida. 
A los que creen haber perdido toda esperanza y a los que desesperan por vivir. 
A los que se aferran a la existencia, a los que la vida se les escapa como arena entre las manos; a los que no se resignan a morir. 
A los que luchan cada día sin descanso; a los que piden nuevas fuerzas para no rendir la voluntad, porque no saben, no pueden, no quieren, no aceptan otra cosa que no sea seguir luchando por lo que tienen, por lo que son y sobre todo por aquello que aman. 
Dedicado a ti, ser humano, vulnerable, imperfecto, inacabado; diminuto, minúsculo... ¡grande!

Por Alberto de Zunzunegui


NO TE RINDAS
Poesía de Mario Benedetti

No te rindas, aún estás a tiempo 
De alcanzar y comenzar de nuevo, 
Aceptar tus sombras, 
Enterrar tus miedos, 
Liberar el lastre, 
Retomar el vuelo. 
No te rindas que la vida es eso, 
Continuar el viaje, 
Perseguir tus sueños, 
Destrabar el tiempo, 
Correr los escombros, 
Y destapar el cielo. 
No te rindas, por favor no cedas, 
Aunque el frío queme, 
Aunque el miedo muerda, 
Aunque el sol se esconda, 
Y se calle el viento, 
Aún hay fuego en tu alma 
Aún hay vida en tus sueños. 
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo 
Porque lo has querido y porque te quiero 
Porque existe el vino y el amor, es cierto. 
Porque no hay heridas que no cure el tiempo. 
Abrir las puertas, 
Quitar los cerrojos, 
Abandonar las murallas que te protegieron, 
Vivir la vida y aceptar el reto, 
Recuperar la risa, 
Ensayar un canto, 
Bajar la guardia y extender las manos 
Desplegar las alas 
E intentar de nuevo, 
Celebrar la vida y retomar los cielos. 
No te rindas, por favor no cedas, 
Aunque el frío queme, 
Aunque el miedo muerda, 
Aunque el sol se ponga y se calle el viento, 
Aún hay fuego en tu alma, 
Aún hay vida en tus sueños 
Porque cada día es un comienzo nuevo, 
Porque esta es la hora y el mejor momento. 
Porque no estás solo, porque yo te quiero. 

jueves, 10 de mayo de 2012

EL LABRADOR DE MADRID


De nuevo se acerca el final de curso para nuestros chiquillos, y en esta primavera descolorida por la lluvia y ennegrecida por machaconas voces agoreras que desgranan sin descanso una letanía de medidas cada vez más rigurosas, a fin de corregir la malsana ambición o la incompetencia de unos cuantos que amenaza hoy la existencia de casi todos, pretendo acercarme al recuerdo de otros acontecimientos amables que tuvieron su origen en épocas muy lejanas, pero que aún perduran entre nosotros. Aquellos tiempos no fueron buenos, posiblemente ni siquiera mejor que los actuales, pero tuvieron como protagonistas a los únicos que verdaderamente deben serlo: las buenas gentes de nuestro pueblo.

Allá por los albores del siglo XI, cuando Madrid aun era Magerit para los cristianos y Mairit para los árabes, poco antes o poco después de que los madrileños, a fuerza de trepar como gatos -de ahí nuestro popular apodo- por las murallas de la fortaleza dominada por los musulmanes, abrieran las puertas de la ciudad para que las tropas de nuestro monarca cristiano, Alfonso VI, conquistara nuestra Capital, tuvo lugar un acontecimiento que, entonces, pasó no solo desapercibido sino ignorado: el nacimiento del hijo de unos campesinos oriundos de León, conocido después como Isidro, el pocero y, más tarde como mozo de labranza quien, junto a su mujer María Toribia, dedicó sus noventa años de existencia, a cultivar con paciencia y tesón los campos que nunca fueron suyos; a peregrinar por todos los templos de la región; a ayudar a sus semejantes  en los momentos difíciles e ingratos, a curar heridas abiertas o enconadas e, incluso, a alimentar a cuantos pajarillos se acurrucaban ateridos y hambrientos en la palma de su mano.

sábado, 5 de mayo de 2012

FRANCISCO DE VITORIA


"El honor es la deferencia que se debe a la virtud". Francisco de Vitoria

El pensamiento de Francisco de Vitoria, fraile de la Orden de Predicadores, constituye un hito en la historia de las ideas políticas occidentales. Habiendo pasado desapercibida su figura durante un largo período, los estudios vitorianos han cobrado nuevo vigor desde las primeras décadas del siglo pasado, con las investigaciones de Getino, Beltrán de Heredia, Carro, Barcia Trelles, etc. Con el paso del tiempo, el interés que suscita la doctrina política vitoriana no ha hecho más que crecer, y nos encontramos ante una auténtica Vitoria Renaissance.

La doctrina política de Vitoria representa un punto de referencia importante, que marcará el inicio de una línea de pensamiento que atravesará toda la Modernidad. Tanto en sus lecturas como en sus relecciones, Vitoria procura distinguir claramente, sin por eso establecer una oposición, entre los órdenes natural y sobrenatural, en actitud crítica respecto a ciertas tradiciones medievales de tipo teocrático y clerical. La afirmación de la persona como sui iuris, y la aplicación de esta noción antropológica al caso de los indios americanos, la equiparación jurídica entre sociedades cristianas y paganas, la afirmación de la universal pertenencia a una comunidad de naciones en virtud de la naturaleza humana, hacen de Vitoria un puente entre el Medievo y la Modernidad, inaugurando un proceso de auténtica desclericalización y de afirmación de la autonomía relativa de lo temporal.

jueves, 3 de mayo de 2012

ERA DI PRIMAVERA

Era di primavera, fiorivano le rose…

“¿Cómo quieres morir...? Si me dais a elegir, Señor, quisiera morir un día de primavera, tibia la tarde, luminoso el cielo, que nadie que viniese al camposanto tuviera que acudir con gabardina y que nadie llevara en la retina mezclada al agua de la lluvia el llanto”. Cuadernos de amor y luto, Joaquín Calvo Sotelo.

Comencé mis pinitos teatrales a muy corta edad, lo malo es que mi estatura no era tan corta y, por esas cosas raras de la vida que sucedían allá por los años cincuenta, estaba más que prohibido que mozalbete alguno pusiera pie en el recinto escolar más allá de lo imprescindible. Así que, en todas las obras de teatro que se representaban en el colegio, ya fueran de Lope, Calderón, Pemán o los Álvarez Quintero, yo acababa siempre con dos tizones a modo de bigotes, y con otro que unía mis ya de por sí pobladas cejas encarnando a Segismundo, Clarines, El rey Baltasar o… ¡Vaya usted a saber! El razonamiento que daban mis profesoras era sin duda de peso. “Como es la más alta, morena y poco  agraciada, es la que debe encargarse de los papeles masculinos” y así un año, y otro, y algunos más. A pesar de este sinsentido, el teatro me fue atrapando y, aún hoy, sigo convencida de que si alguna vez me queda tiempo para pensar en lo que quiero yo y no en lo que quieren los demás, elegiré sin el menor titubeo ser actriz. ¡Confío en que aun encuentre algún autor que escriba un buen papel para ancianitas, y si no, recurriré a Kesselring y a sus viejecitas asesinas, que me encandilan cada vez que reponen la cinta de Capra!