domingo, 2 de enero de 2011

DE LO HUMANO - Asia

"  Creo que los animales ven en el hombre un ser igual a ellos que ha perdido de forma extraordinariamente peligrosa el sano intelecto animal, es decir, que ven en él al animal irracional, al animal que ríe, al animal que llora, al animal infeliz"  . Friedrich Nietzsche


Hoy es un día triste. Asia, nuestra perrita cocker spaniel ha muerto, tras 14 años de lealtad, cariño y compañía.

Con Asia mis hijos aprendieron a no tener miedo a los perros y a convivir con ellos. Ella ha sido de alguna manera su primera mascota, pues aunque se fue a vivir con mis suegros al poco de nacer nuestro primer hijo, siempre la han tenido cerca y han convivido con ella con frecuencia. Asia se marchó de casa para ir a otra casa donde ya era querida y en donde tenía una misión aún más importante: hacer compañía a una persona mayor, de la que hasta hoy ha sido compañera inseparable.

Asia siempre fue cariñosa, simpática y alegre y hasta el último instante, siguió moviendo su pequeña cola para expresar su cariño por todos y cada uno de los miembros de nuestra familia, siempre grande, pues con los años fueron llegando hermanos y sobrinos, a los que también acompañó y con quienes también jugó. Asia era el perro de la familia; de toda la familia.

Esta mañana se ha ido. En silencio y sin apenas molestar. Con la misma lealtad y cariño que siempre nos ha dado a todos y cada uno de nosotros. Se ha ido y a través del dolor que todos hemos sentido, nos ha recordado una vez más lo mucho que siempre nos dio, sin apenas pedir nada a cambio. Bastaba cualquier gesto, cualquier palabra o hasta una insignificante caricia para que ella lo agradeciera con esa alegría espontánea y sincera, que la vida parece tener exclusivamente reservada para los seres inocentes, como los niños o algunos animales de compañía, entre los que siempre he creído que los perros ocupan un lugar privilegiado.

Sólo quien ha convivido con ellos sabe lo mucho que se les puede llegar a querer y que con los años, terminan por convertirse en un miembro más de la familia. Un miembro querido y con el que se establecen profundos e innegables lazos de afectividad, que además suele ser recíproca. Por descontado, no estoy comparando la muerte de un animal con la de un ser humano, pero no menos cierto y real es que se les quiere, se les llora y se les añora cuando se van. Yo sigo llorando alguna vez a Ron, aquel boxer tan especial que fue compañero de aventuras y cómplice durante casi toda mi juventud. Un magnífico amigo, cuyo recuerdo y cariño me harán compañía hasta el final de mis días.

A Ron lo enterramos en la sierra, junto a un río y entre aquellos abetos y jaras que tantas veces fueros testigos de nuestros paseos y excursiones. Por allí habíamos corrido y jugado muchas veces y allí espero que él siga corriendo y jugando. Y con Asia se me pasó por la cabeza hacer algo parecido; el problema es que hoy en día es ilegal, ya que contraviene la normativa al respecto. Según la legislación vigente, los animales tienen que ser recogidos por el servicio municipal de recogida de animales muertos. De hecho, su regulación se recoge en la Ley 10/1998 de Residuos, en donde se les asigna la categoría de “residuo urbano” y se les equipara con muebles, enseres y vehículos abandonados.

Y así lo hemos hecho hoy. Hemos llamado al Ayuntamiento, que ha retirado a Asia como si se tratara, precisamente, de un mueble, de enseres o de un vehículo abandonado. Eso sí, con eficacia, de forma rápida y además de manera gratuita… pero aún así, todos nos hemos arrepentido de ello.

Por descontado, no esperaba nada especial y soy consciente de que aunque muy querido, se trataba de un animal. Sé que hay cementerios para mascotas y aunque lo entiendo y lo respeto, siempre me ha parecido un poco excesivo, aunque insisto que entiendo perfectamente que haya quien lo prefiera así y quizás después de lo de hoy deba replantearme la opinión al respecto. Con todo, lo que nunca pudimos nadie imaginar es que las cosas se hagan a veces tan mal y de forma tan deshumanizada, pues a Asia se la han llevado los funcionarios del Ayuntamiento de Madrid como si se tratara de sacar la basura. Uniformados exactamente igual que cualquier otro operario de recogida de basuras, se han personado en el domicilio y sin más la han introducido en una bolsa negra de basura. Así es como ha salido Asia de la casa que siempre guardó con fidelidad y de las vidas de todos aquellos a los que siempre entregó su cariño: en una bolsa de basura y de la misma forma que si hubiera sido un montón de detritus… enseres, un mueble o un vehículo abandonado. Ni más ni menos.

Sinceramente, creo que costaría muy poco que el uniforme de estos operarios fuera diferente al de los que recogen los cubos en nuestras calles o esos otros residuos urbanos que militan en la misma categoría… pero que nada tiene que ver con la parte sentimental y afectiva que rodea a un animal. Y que en lugar de utilizar una bolsa de basura, se la hubieran llevado en una bolsa de tela o al menos diferente. En fin, algo, que impida que quienes quisimos a ese animal y hoy le lloramos, nos sintamos de forma tan miserable como nos hemos sentido hoy. Creo que cuidar esos detalles apenas significaría un gasto añadido para las arcas del Ayuntamiento… el mismo que con frecuencia vemos como dilapida el dinero a espuertas en cosas tan triviales como absolutamente innecesarias.

Por eso,  hasta que eso no cambie, nunca más caeré en el error de dejar que sea este servicio quien retire una mascota muerta de mi domicilio. Si es necesario, incumpliré la ley y la enterraré en algún lugar apartado y tranquilo, para que se vaya de una forma más digna y el recuerdo sea otro: nunca sacaré de mi casa a otro miembro de la familia como si fuera basura. Y si para ello debo caer en la insumisión, lo haré con gusto y convencido de que con ello podré estar incumpliendo la ley, pero no contraviniendo los valores esenciales que me han inculcado y con los que intento vivir a diario. Unos valores que son, precisamente, los que intento defender desde estas páginas.

Y si a alguien le parece exagerado, debería de pensar en la deshumanización que implican estos pequeños pero importantes detalles. Si mis hijos lo hubieran visto –ahora no me lo hubiera perdonado nunca- la enseñanza que les estaríamos dando, el mensaje que habrían recibido, sería de desprecio hacia las cosas importantes de la vida; de que todo puede ser fácilmente sustituído o eliminado de nuestras vidas una vez "utilizado"; del poco valor que tienen los lazos afectivos y de la mínima importancia que nuestra sociedad, de forma absolutamente irresponsable, confiere al afecto, la compañía y el aprendizaje que se obtiene a través de la convivencia con los animales.

Hoy es un día triste. Asia se ha ido y nunca la olvidaré: por todo el cariño que siempre nos ha dado y porque hasta hoy y después de muerta, nos ha enseñado a ser mejores personas, un poco más humanos… Si; sin duda los animales hacen que los hombres seamos un poco mejores y todavía tenemos mucho que aprender de ellos.

Por Alberto de Zunzunegui
(Escrito el pasado 13 de diciembre)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Alberto, no me ha podido gustar más, he de decirte, que, hasta alguna lagrimilla he derramado, ya que creo sentimos el mismo afecto por esos miembros de nuestras familias de cuatro patas. Un abrazo. Mer

Humanitum Iratus dijo...

Muchas gracias por tus palabras y por tu comentario lleno de sentimiento, Mercedes.

Al margen de que en algunos de nosotros prevalezca la parte afectiva o sentimental de la vida, o de que tengamos una particular inclinación hacia los animales y en en especial hacia los perros, es la decadencia moral del género humano y su embrutecimiento, lo que dignifica todavía más el comportamiento noble de los animales.

Como decía Edgar Allan Poe, "En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural".

La mezquindad humana y las pasiones más oscuras que atesoran algunos indignos representantes de nuestra especie, no sólo hacen parecer más nobles a los animales, sino que les otorga la parte de humanidad que ellos pierden de forma tan miserable.

Y en un justo intercambio equilibrador, a su vez los animales se desprenden de una parte de su bestialidad innata, que es la que viene a rellenar el hueco dejado por la humanidad cedida.

Tal vez por eso, al final no resulte fácil distinguir quiénes ladran más alto, quiénes llevan collar, quienes caminan a cuatro patas, quienes olisquean traseros o quienes se disputan a dentelladas un trozo de carne... o las pieles que forran los sillones de parlamentos, butacas de despachos y coches oficiales.

De lo que no hay duda, es de que también deberían vacunar contra la rabia a muchos seres humanos.

Un fuerte abrazo.