lunes, 20 de junio de 2011

QUERÉTARO

En primer término habría que dar la enhorabuena a ésa noble ciudad de Méjico en la que hace veinticinco años, también un 18 de junio, España ganó a Dinamarca por 5-1 en una final del Mundial de Fútbol. Es posible que, como ese juego-deporte-negocio mueve millones de euros y millones de aficionados, eso haya propiciado que la victoria quedara grabada de manera indeleble en tal cantidad de personas que, un cuarto de siglo después, el nombre de dicho lugar se haya alzado con el calificativo de “la palabra más hermosa del español”.

El Instituto Cervantes, con el fin de celebrar la tercera edición del Día del Español, convocó a los hispanohablantes, es decir a 500 millones de personas, a tomar parte en un concurso mundial para elegir la palabra más hermosa de nuestro idioma. Nadie nos ha explicado debidamente las características del concurso; ni cómo se ha llevado a cabo la votación; ni cuantas personas de cada país  han participado en ella, y como tampoco sé si la cosa mueve a risa o a llanto, he intentado bucear- bonita palabra, por cierto- en los entresijos de este resultado a ver si era capaz cuando menos de explicármelo ya que no de entenderlo.

Parece  ser que treinta personalidades de habla hispana  fueron seleccionadas para proponer su vocablo favorito y después de esta  selección previa  se colgaron las elegidas en la web del Instituto para que se procediera a votar entre ellas a “la más hermosa”. Así las cosas, la palabra Querétaro, propuesta por un actor mejicano, obtuvo cerca de 6.000 de las 33.000 votaciones recogidas, lo que significa una parte sustanciosa de los votos totales ¡Increíble pero cierto!

Había otras propuestas de bellas palabras que todos manejamos habitualmente y que estaban dotadas, unas de emotivos y sentidos significados compartidos por todos, otras de una acertada combinación de letras que las hacen seductoras en su pronunciación,  algunas de una sonoridad especial, y por fin las que sencillamente habían nacido y permanecido hermosas por los siglos de los siglos, por lo que han sido y son preferidas por lingüistas, literatos, poetas, conferenciantes, y lectores de toda la historia de nuestro lenguaje, pero ninguna de ellas llegó a reunir los votos necesarios para alcanzar el ansiado galardón.  

Nada que oponer a que el vencedor sea el nombre propio de una ciudad mejicana, que probablemente más de cuatrocientos millones de hispanohablantes jamás habíamos pronunciado, pero de ahí a que nada  menos que el Instituto Cervantes  acepte indiferente el minoritario resultado, parece cuando menos insólito. 

Algunos han escrito que  no figura en el diccionario de la RAE, pero sí aparece, al menos en la edición de 2001, el vocablo queretano, como natural de Querétaro, pero se incluya  o no en tan magna obra no lo hace merecedor de ningún premio ¿O sí?

En cuanto a la hermosura de la desconocida ganadora tampoco es como para tirar cohetes. No es especialmente bella, ni su sonido es tan rotundo o armonioso  como Toledo, Salamanca, Tarragona o Sevilla, por nombrar algunos de los sonoros sustantivos que se aplican a ciudades españolas; o tan dulce  y  evocador como Bucaramanga, Cúcuta, Arequipa, Jujuy, Piura o Resistencia, por nombrar otros lugares de Latinoamérica de sugerente y deliciosa pronunciación  ¡Será por  nombres propios hermosos en nuestro vocabulario, no tenemos más que ojear la geografía de nuestros países,  o el Santoral, sin ir más lejos! 

De todas maneras, en este tipo de concurso suele ser habitual, al elaborar las bases, huir  de los nombres propios ya que suelen tener un significado específico para unos pocos participantes y escasa connotación para el  resto, y porque a las palabras no se les conoce  mayor virtud que la de servir de vehículo de comunicación entre los seres humanos, y  si esta virtud desfallece, pierden toda  su razón de ser.

Nuestro vocabulario  puede tener más de cien mil palabras, de las que parece ser que usamos unas diez mil. ¡Por Dios bendito! ¿Cómo se puede echar mano de una de la que no hemos oído hablar la mayoría de nosotros?

Les aseguro que me encantaría poder preguntar a todos los que la han votado si es que no son originarios del lugar - parece que la población  de Querétaro ronda el millón y medio de habitantes- el por qué de su elección.  Sin ningún interés malsano, sencillamente por conocer cual es mi error de planteamiento, porque es muy posible que haya una explicación muy simple que, por mis cortos alcances, yo no haya llegado a vislumbrar, y sería muy gratificante para mí, por el inmenso amor que tengo a nuestra lengua, que me sacaran de mi error, mejor antes que después. 

Por Elena Méndez-Leite

1 comentario:

Humanitum Iratus dijo...

Trébedes, arbotante, jindama, ebrancado, cercandanza, envirotado, alhamel, arrapiezo, barbitonto, castoreño, chipilín, cachivachero, martinico o almártaga, supongo que no habrían tenido nada que hacer al lado de "Querétaro", pero al menos habría servido para aprender alguna palabra nueva, de cierta belleza sonora y sobre todo, que podríamos utilizar más veces a lo largo de nuestra vida.

En fin, al menos hoy no me voy a la cama sin saber unas cuantas cosas más: "Querétaro" es una palabra que existe; hay un estado de México con ese nombre, cuya capital es Santiago de Querétaro; y allí son muy aficionados a la lucha libre mexicana, que es una mezcla de realidad y teatro... ¿Habrá también algo de realidad y teatro en la palabra Querétaro? No estoy seguro, pero a mi me parece que acaban de propinarle una fastuosa patada voladora a nuestra lengua y que nos han sacado del ring.