miércoles, 13 de enero de 2016

ATRAPA LA SILLA

"El mando debe ser un anexo de la ejemplaridad".
José Ortega y Gasset 

La silla... Máxima aspiración de la mediocridad política; fin que para algunos impresentables justifica todos los medios; trono del que jamás será rey; atalaya del ego; cumbre del narcisismo; reposo del raposo; montura del matón; solio del indeseable; albarda del bastardo... 

Todo por la silla; nada sin la silla; nadie sin la silla; ¡viva la poltrona! Sólo la silla es y nadie es sin la silla: refugio de buenos para nada, vocingleros, correveidiles, palafreneros y mamporreros.

La silla, el escaño... el butacón del Palau y el de La Moncloa, que en este mes de enero todos persiguen como si les diera la vida en ello, en las rebajas de quien se arrastra sin poder caer más bajo: para algunos, el infierno de Dante queda ya muy arriba. La ética también está de saldo.

No hace falta buscar más: todo por la silla. Por sentarse y agarrarse a una, Cataluña está rota y España en venta y con ella los ciudadanos españoles: se mercadea con su paz, con su unidad, con su alegría, con su bienestar. Una silla por el precio de dos. El de las dos Españas: la del honor y la honra; la del valor y el orgullo; la del abrazo y la generosidad; la de familia y la amistad; la de la cultura y la tradición; la de la Navidad y la procesión; la histórica y la de hoy; la de nuestros padres y la de nuestros hijos... la tuya y la mía. La nuestra. La de todos.

Por la silla... todo por la silla. La que muchos no merecen por su falta de grandeza y altura de miras; la que debería estar reservada a los mejores de entre nosotros, a los hombres buenos; a personas ejemplares y dignas de liderar a una gran nación. La que debería corresponder por méritos propios y no por conjuras, trapacerías, enjuagues o pactos con el diablo; por venderse y venderlo todo; por comprar y comprarlo todo. A cualquier precio. 

La que debería utilizarse para gobernar desde la lealtad, la responsabilidad y la generosidad; desde la dignidad y por la dignidad; con humildad, sentido del deber y humanidad. Con justicia y equidad. Por la libertad. Una silla para servir y no para servirse de ella para medrar, acumular, robar y engañar.

La silla... ¡Ay, que se te escapa!... Corre miserable, no sea que otro se adelante y te quite la mecedora: esa en donde arrullar tu mezquindad y acunar el vacío de tu alma. ¡Corre!, no vaya a ser que al final te quedes sin nada, que es lo que tiene quien nada es sin la silla. Pues en el fondo eso son: nadie sin una silla o un sillón.

La silla... todo por la silla.

Por Alberto de Zunzunegui

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