lunes, 29 de agosto de 2011

EL CÓDICE CALIXTINO (el manuscrito ilustrado de Calixto II).

Hace unos días todos los medios de comunicación se hacían eco del hurto del Códice Calixtino del siglo XII que, junto al Breviario de Miranda y el “Tumbo A”, se hallaba guardado bajo llave en el cajón de un armario acorazado en  las dependencias del Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela.

Este Códice ejemplar único de incalculable valor histórico, artístico y literario está considerado como la primera guía de viajes del mundo. En su origen eran cinco libros pero, tras su restauración a mediados del pasado siglo,  consta de un solo volumen de más de doscientas páginas en pergamino. Con una caligrafía muy clara  se divide en dos apéndices y cinco partes principales, a saber. 1: Una guía litúrgica para la celebración del culto al Apóstol. 2: La narración de  distintos milagros atribuidos a Santiago. 3: El relato detallado del traslado de su cuerpo desde Jerusalén a Padrón. 4: Un panegírico de Carlomagno como conquistador y figura principal de la Francia de la Europa cristiana, y 5: Una descripción exhaustiva de las tierras que el peregrino ha de atravesar, y de las gentes con las que se cruzará en el Camino de Santiago, desde su inicio en tierras francesas hasta atravesar el Pórtico de la Gloria, a más de una bellísima descripción de la Ciudad de Santiago y de su Catedral. El pasado año el Códice fue traducido al gallego por Xosé López Díaz. 

Los Tumbos, becerros o cartularios son libros de pergamino donde se guardan los privilegios de iglesias, monasterios, catedrales etc. Generalmente son copias pero algunas, como el Códice que nos ocupa, está iluminado, con profusión de adornos y miniaturas, aunque el texto caligráfico sea en él su mayor valor.

El Tumbo A, es el primero y más antiguo  de los cinco tumbos que se conservan en ese Archivo. Encargado por el Arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez, recoge los privilegios de la Diócesis de Compostela desde el siglo IX al XVII así como una galería de miniaturas de reinas e infantas de Castilla y León. Se considera una autentica joya bibliográfica. Estaba en el mismo cajón que el Calixtino. No fue tocado ¿Por qué?

Los Breviarios eran unos libros de pergamino que incluían, de manera más o menos prolija, la descripción de los ciclos litúrgicos y sus distintas oraciones. En principio estaban en poder exclusivo de las altas jerarquías del clero. Con el paso del tiempo también algunos reyes y reinas pudieron disfrutar de su posesión. Su precio era muy elevado puesto que incluían una esmerada caligrafía, costosos adornos de plata, y miniaturas exquisitas y generalmente únicas.

El Breviario de Miranda del siglo XV, combina el texto litúrgico con representación iconográfica de numerosas fiestas religiosas, posiblemente de factura  flamenca y de una belleza y valor notables. También estaba en el mismo cajón y sin embargo tampoco fue sustraído. ¿Por qué?

La descripción del suceso en los distintos medios audiovisuales y escritos presenta, cuando menos, circunstancias chocantes para el espectador y lector medio.

El armario acorazado no fue forzado. Tres eran las copias de la llave que custodiaba estos tesoros y por tanto sólo tres personas tenían acceso a la caja fuerte. Cuando se descubrió el hurto una llave estaba puesta en la cerradura  ¿Era una de las tres? ¿Era otra copia? No se conoce la respuesta.

El Códice se consultaba siempre en presencia del Deán, pero había en la misma habitación otros documentos a los que se podía acceder sin este requisito, por lo que parece ser que el trasiego de personas por esta habitación era continuo e indiscriminado. Ninguna de las cuatro cámaras de vigilancia enfocaban directamente hacia el armario donde se custodiaba el mayor tesoro del Archivo. 

Por otra parte no hay registro de quién y cuando consultó el Códice por última vez, ni tampoco hay constancia de la hora ni del día en que fue perpetrado el hurto.

Según opinión de los expertos, en ningún archivo europeo se puede consultar un libro o escrito de estas características sin presentar una serie de documentos acreditativos de la persona que lo solicita; motivación, periodo de visitas etc., A veces en la consulta  hay hasta dos responsables presentes e incluso, en casos extremos, no se permite tocar el texto en cuestión.

Sea como fuere, y tiempo habrá para pedir responsabilidades, el problema estriba en la dificultad de dar con el paradero del Códice. Se han hecho todo tipo de cábalas y elucubraciones y la mayoría de ellas coincide en que sería de todo punto imposible incluirlo  en una subasta, ni que el que lo adquiriera por otros medios pudiera exhibirlo sin que saltaran todas las alarmas, por lo que las hipótesis barajadas son: que haya sido sustraído previo encargo de un comprador para su particular uso y deleite; que el que perpetró el crimen desconociera lo que afanaba y, al conocer  la repercusión de su acto decida trocearlo y venderlo por partes al mejor postor; que, por este u otros motivos, sea devuelto al Archivo antes o después; que......¡Cielos, de pronto, tras unos días de silencio o de descalificaciones más o menos justificadas se produce una llamada desde un teléfono público. Parece que el individuo que cometió semejante sin sentido se ha puesto en contacto con la policía y pretende devolver el Calixtino en algún templo del norte de Galicia amparado por el secreto de confesión! 

Y, de nuevo, el silencio.

Hasta aquí lo que nos ha llegado de este rocambolesco asunto que no sabemos como acabará. Sin precipitar conclusiones y con el respeto a las diligencias que haya menester, creo que merecemos conocer, cuando sea tiempo oportuno, el fondo y el final del asunto con todo lujo de detalles. Hay demasiadas preguntas que quedan sin respuesta solapadas por nuevos acontecimientos pero, en este caso, hablamos del patrimonio de todos y sea loco o cuerdo quien por defecto al no protegerlo debidamente o por exceso, al apropiarse desvergonzadamente de él debe atenerse al castigo. Que Dios, mediante la confesión, le exonere del pecado, pero que el Cesar, por el bien de todos, le haga pagar por su culpa. 

Continuará...

Por Elena Méndez-Leite

1 comentario:

Humanitum Iratus dijo...

Más allá del valor económico que se le pueda suponer -hay especialistas que hablan de una cifra cercana a los 100 millones de Euros-, el Códice Calixtino forma parte inseparable de nuestra cultura y de nuestra historia. Solo por este hecho ya merecería todo nuestro respeto, nuestra máxima atención y el mayor de los celos a la hora de preservar ese importante legado.

Por desgracia no es la primera vez que en España podemos constatar nuestra desidia a la hora de salvaguardar nuestro valioso patrimonio y sin duda, para cualquiera que conozca mínimamente la situación de conservación y custodia en la que se encuentran algunas de nuestras mayores obras de arte, libros y documentos históricos, el resultado es plenamente desalentador. Podrían citarse muchos ejemplos, pero quizás bastará con citar la tropelía y el despropósito cometido contra el Archivo de Salamanca.

Como ocurre en otros ámbitos, el problema se suple en parte con el cuidado y el cariño que ponen la mayoría de las veces los responsables de su custodia, pero al final la manifiesta falta de medios -supuestamente por falta de un dinero que se dilapida con frecuencia- y la torpeza que supone entremezclar la política con nuestro patrimonio cultural, constituye una grandísima irresponsabilidad a la hora de conservar nuestro legado artístico, histórico y cultural. Un legado del que únicamente podemos ser usuarios en usufructo, pues en realidad pertenece también a las generaciones venideras y por ello deberíamos ser aún más responsables, si cabe, a la hora de preservarlo.

Ya Aristóteles nos recordaba que "el genero humano tiene, para saber conducirse, el arte y el razonamiento", pero por desgracia parece que nuestra sociedad, además de haber llegado a confundir el arte con cualquier manifestación creativa, también hace tiempo que dejó de razonar adecuadamente. Unicamente así se explica esta tragicomedia en torno al Códice Calixtino.