domingo, 8 de enero de 2012

EL HUMANISMO CRISTIANO DE JOVELLANOS

1.-Propósito. 

Yo quisiera poner de relieve en la efeméride de su onomástica la actualidad del pensamiento de Jovellanos en materia de religiosidad, es decir, que su actitud frente al hecho religioso puede ser emulada hoy por cualquier cristiano comprometido con su condición de ser racional y a la vez con su opción religiosa. Jovellanos quiere racionalizar su fe, pero se encuentra con una serie de «estorbos», incluso dentro de la misma Iglesia católica; son bien conocidos sus encontronazos con el cardenal Lorenzana («el tonto del Cardenal»); con el obispo de Lugo, Peláez Caunedo, o con el párroco de Somió, López Gil, delegado de la Inquisición, que supervisaba frecuentemente la biblioteca del Instituto en busca de libros prohibidos; Jovellanos se siente hijo de la Iglesia católica a la que ama y a la que quiere servir como institución divina despojándola de adherencias incompatibles con un cristianismo más auténtico; esto produce roces y resquebrajamientos; adopta frente al hecho religioso una actitud reformista. De alguna manera y en algunos aspectos, Jovellanos se adelantó al concilio Vaticano II; me lo comentaba con frecuencia el profesor Caso González, el inolvidable maestro, quien en su tesis doctoral mecanografiada, que pude manejar en numerosa ocasiones, tenía muchos recortes del periódico «Le Monde» sobre las crónicas diarias de dicho concilio en la década de los sesenta del pasado siglo; el añorado profesor Joël Saugnieux, con quien trabajé durante trece años en aspectos religiosos del siglo XVIII, desde su agnosticismo confeso, admiraba el reformismo social que subyace en el Informe sobre la Ley Agraria, que, según él, presagiaba aspectos desarrollados por la «Mater et magistra» de Juan XXIII. En 1911, I Centenario de la muerte de Jovellanos, fray Bernardo Martínez Noval, natural de Valdesoto, misionero agustino y obispo de Almería, escribirá una biografía de Jovellanos reivindicando la actualidad de su pensamiento religioso en un momento poco propicio para nuestro prócer. Recientemente conocimos, de la pluma de Javier Gómez Cuesta y el aval de Domingo Benavides, máximo experto en el tema, la admiración que por Jovellanos sentía el padre Arboleya, uno de los sacerdotes más comprometidos con la doctrina social de la Iglesia; este erudito sacerdote dirá que la «reforma agraria tal como la propone Jovellanos se basa en los mismos criterios de carácter social de los bienes que expone León XIII en su encíclica "Rerum novarum". Un reformista así era lógico que en el tiempo que le tocó vivir y a lo largo del XIX suscitase celos y recelos por parte de quienes estaban apegados a un catolicismo tradicional. Nada nuevo en la historia de la Iglesia desde del cristianismo primitivo hasta los teólogos modernos pasando por los teólogos medievales. Tracemos algunas pinceladas. 

2.-Su formación clerical. 

Se puede decir, sin rubor alguno, que en la antropología jovellanista el hecho religioso estuvo siempre muy presente; se bautiza al día siguiente de nacer, bajo el peso del santoral, y muere previa redacción de un testamento en el que ratifica su inquebrantable adhesión a la Iglesia católica y, cuando se acerca la última hora, pide la administración de los santos sacramentos. Podrá decirse que es el esquema existencial común en una sociedad sacralizada o clericalizada. Admítase, si se quiere, en un intento por devaluar este testimonio. Pero en Jovellanos hay muchos elementos más, unos de naturaleza vivencial y otros de raigambre ideológica, que hacen del tema que nos ocupa una dimensión recurrente en la vida y obra de Jovellanos. 

Desde 1757 -con tan sólo 13 años- hasta el 26 de febrero de 1774, con 30 años, en que pasa a ser oidor del tribunal de Sevilla, Jovellanos pertenece al estamento eclesiástico bajo la categoría de un «beneficio simple diaconil», lo que le obligaba, como bien es sabido, a rezar todos los días el oficio divino, obligación que cumplió escrupulosamente (Ceán). Las distintas horas canónicas son un canto de alabanza con salmos, himnos y oraciones al Dios de la revelación: un Dios personal, uno y trino, creador y remunerador. La lectura frecuente y comentario del Salterio («Ps. Judica me, Deus», por ejemplo) así lo ratifica igualmente. Lejos estamos del deísmo, corriente filosófica en la que se le quiere incluir. El deísmo no acepta la verdad revelada; su religión es una religión sin dogmas, sin Iglesia, sin liturgia, sin Biblia (Julián Marías). Jovellanos no es deísta ni teórica ni prácticamente. 

3.-Su vinculación con el humanismo renacentista. 

Permítaseme una extrapolación temporal para mejor entender su humanismo cristiano. Recordemos al humanismo cristiano del Renacimiento. Allí beberá Jovellanos. Allí encontrará modelos con los que él sintoniza. Se trata de una corriente reformista en materia religiosa que aflora en los siglos XV y XVI en los Países Bajos con la denominación genérica de la «devotio moderna»; son hijos de esta corriente nombres tan sonoros como Tomas de Kempis o Erasmo de Rotterdam. Dos personalidades con las que simpatiza Jovellanos. El primero escribirá la «Imitación de Cristo», una obra que pasó a la historia con el nombre del apellido de su autor; miles de ediciones desde el siglo XVI hasta el momento actual inundan las bibliotecas de todos los países del mundo cristiano. Es el libro de devoción más estimado por Jovellanos: «Kempis, el mejor de los libros no canónicos, mi antiguo amigo», «el nunca bien admirado Kempis». El «Kempis» le acompañará en su destierro en Palma de Mallorca y muy posiblemente en su lecho de muerte. Jovellanos no sintoniza con la religiosidad barroca sobresaturada de «Flos sanctorum», en donde la leyenda superaba a la historiografía biográfica. El humanismo cristiano de Jovellanos se inclina por una religiosidad cristocéntrica basada en los Evangelios. 

¿Y qué decir de Erasmo de Rotterdam? Podemos calificar a Jovellanos de erasmista en el sentido que fustiga los actos externos de religiosidad en que había caído la religiosidad barroca (recuérdese el soneto «Al rosario de los comediantes» que Jovellanos compuso en Gijón el 31 de agosto de 1794 al ver pasar una procesión de rogativas). En el «Reglamento para el Colegio de Calatrava» de Salamanca recomienda la lectura de Erasmo para comprender las instituciones bíblicas (Clement). Por otra parte, la vida religiosa de Erasmo y la vida religiosa de Jovellanos tienen muchas analogías. Los dos sienten simpatías por los hermanos de la vida común; Erasmo profesa en la orden de los canónigos de San Agustín; Jovellanos mostrará sus simpatías por el grupo de Port-Royal. Erasmo es ante todo un especialista en Sagradas Escrituras y como tal propugna una religiosidad bíblica. Como bien es sabido, Erasmo fue el autor extranjero más influyente en nuestro siglo XVI; ahí está la monumental obra de Marcel Bataillon. Erasmista es también Fray Luis de León en «De los nombres de Cristo», un poeta que Jovellanos se sabe de memoria; no en vano uno de los manuscritos de la obra luisiana lleva el apelativo de Ms. Jovellanos. Un dato más para acercarnos al humanismo cristiano de Jovellanos; la Biblia tanto para Erasmo, para Fray Luis como para Jovellanos es el centro de una religiosidad reformista. 

Esta orientación reformista de la nueva religiosidad tiene como fundamento una nueva teología, derivada en buena medida de la llamada «escuela de Salamanca» con Melchor Cano a la cabeza y sus «Lugares teológicos», dando prioridad a las Sagradas Escrituras, la patrística y la doctrina de los concilios en el quehacer del teólogo. Cuando Jovellanos tiene que buscar manuales de teología para el Colegio de Calatrava en Salamanca, dirá que el manual de Melchor Cano es «excelente», «otros hay más breves, ninguno mejor», aunque escogerá el «Curso teológico lugdunense» por considerarlo más apropiado para principiantes en teología; el manual de Lyon cumplía el mismo propósito porque seguía el mismo método que el salmantino, si bien más asequible a los «tirones» en teología; lo mismo se podría decir de la «Summa» de Santo Tomás; la considera «verdaderamente admirable y digna de ser conocida y manejada por todo buen teólogo», aunque la excluye como manual por ser demasiado prolija para principiantes (el antiescolasticismo de Jovellanos tiene muchos matices). Estamos ante una nueva reforma que sintoniza con la reforma de la teología que Jovellanos quiere para el Colegio de Calatrava: de una teología especulativa se pasará a una teología positiva, cuyas fuentes son la Biblia, la patrística y la doctrina de los concilios. Esta preferencia por las Sagradas Escrituras como fuente de espiritualidad se constata en el inventario de biblias que tiene Jovellanos en su biblioteca: La Biblia Políglota Complutense -que más tarde regalará a Arias de Saavedra-, la de Felipe de Scio -texto latino de la Vulgata y traducción castellana, publicada a finales del XVIII- y la de Ferrara. Jovellanos tiene un conocimiento poco común de las corrientes teológicas de su tiempo. 

4.-La naturaleza («Itinerarium mentis in Deum»). 

Otro de los puntos de coincidencia entre el humanismo renacentista y el humanismo cristiano de Jovellanos es el lugar que en ambos ocupa la naturaleza. «Sequi naturam», decían los renacentistas; Jovellanos también lo asume: «¡Hombre!, si quieres ser venturoso contempla la Naturaleza y acércate a ella; en ella está la fuente del escaso placer y felicidad que fueron dados a tu ser». El sentimiento que embarga el espíritu de Jovellanos en contacto con la Naturaleza es el propio de un caminante, excursionista o senderista que, obligado a realizar unos viajes, la mayor parte de las veces por imperativos económicos, los aprovecha para disfrutar de la montaña, de los valles y arboledas en sus travesías por los puertos de Pajares, Ventana o el Camín de la Mesa; de las fuentes que sacian la sed del caminante por las escarpadas sendas que cruzan las vías de acceso a la meseta castellana, o que se deleita escuchando el murmullo de la fuente que con su caída ameniza el silencio del claustro conventual de un monasterio riojano; de los ríos, que nacidos en la Cordillera, unos van a morir al mar Cantábrico y otros riegan las fértiles vegas de la montaña leonesa; otras veces será al contemplar una tela de araña cubierta de rocío en un viaje cerca de Ribadesella. 

La contemplación de la Naturaleza produce en Jovellanos también un éxtasis de unión con el Absoluto; durante una noche de verano, aprovechando la bonanza del estío, se retira a pasear por el cerro de santa Catalina en Gijón. Desde este cerro contemplará, hacia el Norte, el mar, y hacia el Sur la cordillera Cantábrica con una silueta que va desde el Sueve, Peñarrueda y la sierra del Aramo. Desde esta contemplación exclamará: «En medio de este universo [?] el hombre descubre el íntimo sentimiento religioso de la divinidad, que desprendiéndose de todas las criaturas, le mueve y le fuerza a buscar solamente en el seno de su Criador la causa y el fin de toda existencia y el principio y término de toda felicidad». De esta manera el racionalista ilustrado entronca con el místico. En el «Cántico espiritual» de san Juan de la Cruz el alma buscará al Creador «por montes y riberas», en medio de «prados de verduras esmaltados», de «cristalinas fuentes», de «ríos sonoros» que discurren por «valles solitarios, nemorosos», donde se percibe una «música callada», una «soledad sonora y el silbo de los aires amorosos». Todas estas vivencias actualizan en Jovellanos la tesis tomista de «A Dios por las criaturas»; el método silogístico escolástico empleado por santo Tomás se cambia en Jovellanos en un discurso ensayístico propio de los ilustrados. Estas breves referencias representan una equivalencia semántica con la tesis tomista y, a la vez, un explanación o glosa del marbete de San Buenaventura sobre el «Itinerarium mentis in Deum». La naturaleza será para Jovellanos ese camino de la mente hacia su creador. Una vez más constatamos que su universo intelectual resulta difícil de entender si lo despojamos del envoltorio conceptual que impregnó la filosofía, la teología y la mística cristianas. Su sentimiento de la naturaleza se muestra también conciliador al presentar en un perfecto sincretismo las doctrinas teológicas de Santo Tomás, los recursos estilísticos de Garcilaso y Fray Luis de León y el misticismo de San Juan de la Cruz. 

A lo largo de este bicentenario asistimos a innumerables actos. En todos ellos hubo un denominador común en las conclusiones: la actualidad del pensamiento de Jovellanos en economía, política, pedagogía, historia del arte, etc. Creo que el perfil religioso expuesto puede ser asimismo de máxima actualidad para el cristiano de hoy, que quiera ilustrar su fe. 

5.-Epílogo. 

Lo que hasta aquí acabo de exponer es una visión muy sintética, sometida a las limitaciones del medio de comunicación, pero, a la vez, abierta a otras consideraciones. Permítame el sufrido lector la cita del «Libro de Buen Amor»: «Cualquier hombre que este libro [artículo] leyere/ puede añadir más e emendar ál/ si bien trobar sopiere". Con esta modesta aportación y en esta fecha de la onomástica del prócer, quien esto suscribe cerraría su periplo en este bicentenario. A la puerta tengo la llamada de la Universidad de Navarra, a cuyo grupo de investigación GRISO -considerado el más importante del hispanismo internacional del Siglo de Oro- tengo el honor de pertenecer; este grupo tiene la encomienda de preparar el IV Centenario de la publicación de la 2.ª parte del «Quijote». Asturias habrá de implicarse también en esta efeméride, ya que tiene dos de las mejores bibliotecas cervantinas: la de nuestra Universidad y la de la Fundación Álvarez Viña, de la que me enorgullece ser director. Año nuevo, nueva efeméride.

Por Jesús Menéndez Peláez, Catedrático y Presidente del FORO JOVELLANOS
Publicado el 6 de enero de 2012 en el diario LA NUEVA ESPAÑA

2 comentarios:

David del Bass dijo...

Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!

Humanitum Iratus dijo...

Muchas gracias por tus palabras, David y encantado de tenerte entre nuestros lectores. Cualquier comentario -incluidas las críticas- es siempre bienvenido, así que no dejes de intervenir o dar tu opinión siempre que te apetezca.

Mis mejores deseos para este 2012... ¡que esperemos traiga vientos más favorables para la razón, la responsabilidad y esos valores humanos, que desde aquí también tratamos de defender!

Un saludo,

Alberto de Zunzunegui